Por: Gabriel S. Galán Melo
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Kenneth Arrow demostró que no existe ningún sistema de votación, basado en el criterio de mayoría, que garantice la eficiencia, respete las preferencias individuales y no dependa de circunstancias estrictamente coyunturales. Para el teorema de la imposibilidad de Arrow, en definitiva, no existe un sistema que garantice una votación mayoritaria coherente que lleve a la sociedad a su posición más deseable; ya que, ningún proceso de votación, que convierta las preferencias individuales en una decisión colectiva, puede garantizar, lamentablemente, resultados racionales y justos, ni puede evitar la afectación de elementos ajenos en la decisión final. En dicha medida, el teorema de Arrow puede evidenciar algunas limitaciones del actual proceso eleccionario ecuatoriano.
El domingo 9 de febrero de 2025, la primera vuelta no arrojó un ganador definitivo. Ninguno de los candidatos alcanzó la meta prevista legalmente. En Ecuador, el proceso electoral presidencial prevé un sistema de doble vuelta: si en la primera ninguno de los candidatos obtiene más del 50% de los votos o al menos el 40% con una diferencia de 10 puntos porcentuales sobre el segundo, se debe articular una segunda vuelta entre los dos candidatos más votados. Así, el sistema busca garantizar que el presidente electo cuente con un respaldo mayoritario. Por ello, el 13 de abril de 2025, el presidente en funciones y candidato Daniel Noboa deberá competir nuevamente con la candidata Luisa González, con quien está a la par en votación.
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Y en dicho contexto, presenciamos otra novedad. El candidato Leonidas Iza, del Movimiento Pachakutik, terminó en tercer lugar con el 5.29% de los votos escrutados. Y si bien, el mismo ha quedado excluido de la elección y varias voces han empezado a menospreciar su representatividad a nivel nacional, su posición podría ser relevante para el resultado final de la segunda vuelta. Tal es así que, tras conocer los resultados, Iza inmediatamente declaró -contrario a su previsible posición ideológica de izquierda en medio de un contexto profundamente polarizado- que no “endosará el voto a nadie”, subrayando, en todo caso, que el apoyo lo definirá “el poder político colectivo”.
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Y si bien la negativa de Iza es plausible porque no impone su preferencia personal sobre la decisión colectiva de sus simpatizantes, en un escenario donde su apoyo podría ser decisivo, su postura neutral podría indirectamente favorecer a uno de los candidatos: a aquel que ideológica y programáticamente está del otro lado. Asimismo, si bien el escenario tiende a promover racional y razonablemente el acuerdo con los sectores excluidos de la contienda electoral, quizá el apoyo manifiesto por parte de las agrupaciones políticas tradicionales poco o nada representativas (12 candidatos terminaron con menos del 1 %) repercuta más bien de manera negativa en las posibilidades del candidato al que ofertan el apoyo. Quizá la “suma” solo reste. De manera que, existen elementos -que aun siendo alternativas aparentemente irrelevantes- añaden complejidad al proceso de elección en segunda vuelta. Y esto sin tomar en consideración situaciones mucho más ajenas pero importantes como la amenaza de nuevos cortes de energía eléctrica en el mes de abril, la sombra innecesaria de caudillos separatistas o las actitudes excluyentes o de menosprecio permanente a nivel discursivo.
Como lo apreciaría Arrow: estas situaciones solo ejemplifican las dificultades inherentes en la agregación de preferencias individuales para alcanzar una decisión colectiva. En definitiva, nada está dicho aún.