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Más huertos en Quito en tiempos de pandemia

Las mujeres ven en esta práctica sostenible una forma de tener seguridad alimentaria
Las mujeres ven en esta práctica sostenible una forma de tener seguridad alimentaria y también ingresos económicos.

Texto y fotos: Pamela Cardona (Colaboradora de Periodismo Público)

Antes de la pandemia, los llamados “huertos urbanos o terrazas familiares” empezaban a cobrar vida en la capital.

Si bien este es un nuevo pasatiempo para personas de la urbe que no trabajan ni viven de la agricultura, hay otros para quienes el tener un huerto orgánico en cada casa se convirtió en una necesidad.

Para muchos, durante la cuarentena, esta práctica amigable con el medio ambiente significó su sustento. Ahora están comenzando a recoger sus cosechas de alimentos naturales, libres de químicos.

Las mujeres de Toctiuco

En el mirador de Toctiuco varias mujeres jefas de hogar y moradoras de este lugar encontraron en la agricultura urbana una forma de autogestión, superación e independencia económica.

Doña Rosario Quisilema comentó a Periodismo Público que esta iniciativa de alimentación saludable nació para sustento propio y el de sus familias. Además, de generar ingresos de la producción orgánica, su principal preocupación es el cuidado del medio ambiente.

En su lugar de residencia decidieron conformar el grupo «Mujeres Emprendedoras de la Ruta de Humboldt». Ellas se dedicadas al cultivo de huertos urbanos y cada una tiene el suyo propio.

Las alternativas para la siembra están a la mano.

Para lograr este objetivo se capacitaron en los talleres del Proyecto Wasi y a través de mingas hicieron realidad esta propuesta para la alimentación sostenible con el medio ambiente.

“Les invitamos a que aprendan a cultivar, a reutilizar lo viejo, utilicen los baldes, ollas, y siembren en sus casas, en sus terrazas, sembremos al natural, sin químicos, estos alimentos son para el consumo propio”, indicó Charito.

Esta actividad comunitaria y familiar las benefició a todas, según los testimonios de las particicpantes en la iniciativa.

La mayor satisfacción es cuando comienza la cosecha

«Nos da de comer, nos asociamos para sacar adelante a nuestros hogares, tenemos el empuje y las ganas de trabajar, cosechamos lo que necesitamos para nuestro emprendimiento gastronómico y  preparamos platos de la Sierra.  Además, tenemos un criadero de cuyes para preparar el delicioso cuy asado”, añadió Doña Rosario.

Pero no solo ellas le apuestan a los huertos urbanos. Existe mucho interés en las mujeres jóvenes y profesionistas. Sara Torres, quien se dedica a la comunicación y a la literatura, se ha adentrado en este mundo.

Ella vive en el sector “Los Dos Puentes”, al sur de Quito. Asegura que los huertos urbanos son salud y vida ya que cultivar tus propios alimentos y la variedad de cultivos, aunque depende del espacio con el que se cuente.

“Yo tengo mi pequeño huerto en la terraza, está formado por dos cajas de madera de 60×80 cm y, hasta el momento, he cultivado cebolla blanca, cebolla paiteña, zanahoria, apio, lechuga, remolacha y tomates cherries, lo que utilizo diariamente para mi alimentación”, afirmó.

Sara Torres se animó y ya comenzó a recoger sus frutos

Sara señala que durante el confinamiento sus huertos no solo le sirvieron para cosechar sus alimentos, sino también para salir de la rutina del teletrabajo.

Los huertos nos permiten conocer los ciclos de la vida, ayudan a valorar el trabajo y esfuerzo que implica la agricultura, ya que, aunque un huerto urbano es mucho más pequeño que el cultivo de un terreno grande, también necesita cuidados. Simplemente, significó darme un tiempo para estar sola con las plantas, hablarles, regales, abonarles y, de paso, disfrutar del sol”, dijo.

La pandemia no detuvo a estas sabias mujeres, al contrario, reafirmó en ellas, la necesidad de ampliar sus huertos urbanos, sea en cajas, en botellas de plástico recicladas y en todo objeto que pueda ser acoplado.

Tanto Sara como el grupo de “Mujeres Emprendedoras de la Ruta de Humboldt”, desean compartir con más gente lo que ellas han aprendido en este tiempo de convivir con la tierra y sobretodo la satisfacción de consumir productos sanos, cosechados “a la manito”, como suelen decir, o al paso de una terraza.

Los huertos comienzan a dar sus frutos para todos.

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