En el mundo, más de 364 millones de personas han tenido COVID-19 y se han registrado más de 5 millones de muertes por la infección. Desde noviembre de 2021 la OMS, dio a conocer la nueva variante, la cual ha sido la más trasmisible a la fecha.
Ómicron llevó a desbordar los centros de testeo y hospitales, generando un miedo irracional, denominado “coronofobia”, en aquellos que aún no se han contagiado.
La «coronofobia» es un problema relativamente nuevo dado que se trata de una fobia específicamente asociada al COVID-19, puede afectar de manera más rápida a personas con un nivel alto o medio alto de ansiedad, en donde según la PAHO y la OMS, en Ecuador treinta de cada 100 personas sufren algún problema de salud mental.
Para Basilio Blanco, Docente Investigador de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Internacional de Valencia – VIU, la pandemia generada por el COVID-19 erosionó la salud mental de gran parte de la población, creando fobias y trastornos mentales asociados a la trasmisión del virus.
“La «coronofobia» es una ansiedad excesiva a contraer el virus. Así, los individuos con este miedo extremo tienden a experimentar un conjunto de síntomas fisiológicos desagradables desencadenados por pensamientos o información relacionada con la enfermedad. Esta fobia es realmente incapacitante en la medida en que está fuertemente relacionada con el deterioro funcional y la angustia psicológica y, por tanto, tiene importantes implicaciones para el bienestar mental”, destaca el docente de VIU.
Otros de los síntomas asociados a la fobia, que describe Arantxa Duque Moreno, Directora de la Carrera en Psicología de la Universidad Internacional de Valencia y Doctora en Neurociencias, son la dificultad para concentrarse en otras tareas o evitar realizar actividades incluso en contextos seguros, cuando ya se está vacunado, la excesiva auto observación de los síntomas, obsesión con la limpieza e higiene de las manos y con la realización constante del test de detección COVID, miedo de infección a través del contacto físico o los espacios cerrados, miedo contante a la muerte o infección de seres queridos, aislamiento social y soledad, pérdida masiva de empleo o inestabilidad financiera.
Además, “relacionado con el miedo excesivo al contagio, es destacable el trastorno obsesivo compulsivo (TOC), otra alteración relacionada con la ansiedad cuyos síntomas pueden verse exacerbados en el contexto del COVID-19. Este trastorno, es definido como la presencia de obsesiones, compulsiones o ambas en las personas” señala la docente de VIU.
Vale la pena resaltar que las obsesiones son pensamientos, impulsos o imágenes recurrentes y persistentes no deseadas. Por ejemplo, en el contexto de la pandemia, la idea de contagiarse o de contagiar a los seres queridos y, en segundo lugar, las compulsiones pueden aparecer para hacer frente al malestar generado por las obsesiones en forma de comportamientos repetitivos que la persona aplica de manera rígida.
Lavarse las manos con frecuencia se ha planteado como una medida de prevención más frente a la infección, sin embargo, esta conducta suele ser una compulsión frecuente del TOC asociado a la contaminación.
Al conocer su importancia la Asociación Americana de Psiquiatría (APA), está desarrollando herramientas con propiedades psicométricas válidas para un correcto diagnóstico de este trastorno. (I)