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Los NN en las morgues y cementerios de frontera: sin identidad ni descanso

Armando Cruz, limpiador de tumbas, mira los féretros del cementerio de Falfurrias. Foto: Gabriela Castillo / PERIODISMO PÚBLICO

PERIODISMO PÚBLICO inicia la serie de reportajes «Ecuatorianos en la frontera» realizados desde la línea limítrofe entre Estados Unidos y México.

En la zona existen dificultades para identificar a los migrantes fallecidos. Autoridades y activistas emplean métodos forenses para esta tarea. Pero los esfuerzos, resultan insuficientes.


«Es duro despedirse. Es tan injusto. Pero cada día rezaré a Dios para que te cuide…» versa el epitafio dedicado a Anna Melinda Treviño, fallecida el 3 de noviembre de 1982.

Su familia colocó en honor de la mujer, dos ostentosas lápidas en mármol negro con marcos de rosas rojas en alabastro. Sus honores cierran el monumento funerario en cinco palabras: «Con amor de tu familia».

La lápida de doña Anna, se pierde entre los 3.000 sepulcros del Cementerio de Falfurrias, conocido también como Falfurrias Burial Park, ubicado en la autopista U.S. Highway 281, en la intersección con la carretera County Road 401, del Condado de Brooks, estado de Texas.

El cementerio se caracteriza por sus decoraciones para rendir honor a los fallecidos. Las dedicatorias están en inglés y en español. Foto: Gabriela Castillo / PERIODISMO PÚBLICO

El camposanto tiene una extensión aproximada de ocho acres (3,27 cuadras). Desde afuera se observan las parcelas ordenadas y señaladas.

El cementerio se divide en áreas privadas y públicas. Cada cripta tiene surtidas decoraciones: flores naturales o en plástico, ángeles y santos de piedra y hasta las banderas de México o Estados Unidos… sus placas en inglés y en español reflejan la diversidad de los habitantes.

A 300 metros, diagonal al ingreso, el surtido panteón rompe su esquema. Hay un espacio con tierra removida y hierba seca. «Había unas tumbas, pero sacaron los cuerpos y se los llevaron», explica José Luis Rodríguez, ciudadano mexicano quien rastrilla la maleza en la tumba de sus padres.

Tierra removida en el cementerio para exhumar cuerpos de personas no identificadas. Foto: Gabriela Castillo / PERIODISMO PÚBLICO

Don Luis viene una vez por semana para limpiar la estancia de sus «viejos»; riega el pasto y retira las hojas secas que caen de un árbol y vuelve a llenar con agua los recipientes donde beben las palomas. Hace algunas semanas, recuerda, vio la exhumación de varios cuerpos. «Me pone triste ver que se llevan los cadáveres. Es un terreno sagrado, pero no les dejan descansar», reniega.

«Entierran a los muertitos que no tienen nombre, pero luego los sacan y se los llevan», lamenta Armando Cruz, limpiador de tumbas.

El hombre de 60 años, delgado y moreno por el sol, articula muy bien el español e inglés. Trabaja en el camposanto cavando los hoyos. En el cementerio acuden familias de todos los estratos. Don Armando prefiere asistir a las personas de menores recursos. «La gente pobre que no tiene dinero, me da unos pesos y eso es mucho para mí», dice.

En 18 años que realiza esa labor, Armando sepultó 280 féretros, entre ellos, el de sus padres y el de su sobrino. Pero reconoce que nada le conmueve más que ver «entierros de muertos sin que nadie les llore».

Falfurrias Burial Park no es el único cementerio en donde llegan cadáveres no identificados o No Name (NN). La ola mortífera por migrantes que tratan de llegar a «la tierra de las oportunidades», es más recurrente en los alrededores del Desierto de Sonora, de Arizona, Río Grande, pero sobre todo en el Condado de Brooks, que es donde se han descubierto un importante número de cuerpos en los últimos cinco años.

Los sueños de los migrantes de más de 100 nacionalidades (en su mayoría mexicanos, salvadoreños, venezolanos, haitianos y ecuatorianos) se truncan al llegar en la frontera entre Reynosa (Tamaulipas) y McAllen (Texas), a 100 kilómetros al norte de la zona limítrofe entre México y Estados Unidos.

El desierto “se traga” a los migrantes

La cantidad de cadáveres NN encontrados en la frontera es alarmante. En 2022, se reportaron más de 1.000 desplazados que fallecieron al cruzar la zona confinante, según cifras de la Patrulla Fronteriza​.

En 2023, se reportaron 686 muertes y desapariciones en la frontera, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

El organismo advierte que las condiciones peligrosas, especialmente en los desiertos de Sonora y Chihuahua, contribuyen al alto número de fallecidos.

En lo que va de 2024, las cifras aún no están consolidadas, pero se observa una tendencia de muertes continuas, alerta el Centro de Ciencias Forenses del Condado de Imperial.

Esta institución, dedicada a la recepción, identificación y análisis de difuntos en Holtville, recibe al menos 40 cuerpos restos al año, con un alto porcentaje sin identificar debido a su deterioro y falta de documentación.

Las autoridades palpan a diario esta problemática y explican por qué la tendencia se mantiene al alza. Álex Jara, agente de Patrulla Fronteriza, advierte que, en los últimos años, los coyoteros (también llamados polleros) llevan a los migrantes por nuevas rutas, alejándose de los senderos, para evitar controles.

Los desplazados se internan en el desierto y sucumben ante temperaturas de más de 40°C, perdidos entre densa vegetación, arena y animales como gatos salvajes, buitres, serpientes o coyotes, añade Jeremy MacGiullivray, representante Adjunto de la OIM.

Sergio (nombre protegido) ecuatoriano de 36 años, radica en el Condado de Brooks hace 13 años. El ciudadano salió de Babahoyo (Los Ríos) para escapar de una extorsión contra un negocio familiar. El hombre recuerda que el tramo en el que más sufrió fue en el Desierto de Sonora (ubicado en el suroeste de Estados Unidos y noroeste de México).

Lo que más lo conmovió fue la presencia de restos humanos a lo largo de la ruta. «Ahí puedes ver que la tierra amarilla se come a los muertos. Vi algo así como un cráneo pequeño, creo que era de un niño. Pero no hay tiempo de lamentarse, el coyotero no te espera. Si te alejas del grupo, te abandonan», lamenta el compatriota.

Los organismos que localizan y clasifican cuerpos

Hay instituciones que localizan cadáveres. Y, de ser el caso, se ponen en contacto con sus familiares que los reportan como desaparecidos.

Muchas veces, los organismos no dan buenas noticias a los deudos, pero -al menos- les dan respuestas para acabar con la incertidumbre, refiere Víctor Castillo, periodista de La Voz de América, quien se dedica a cubrir temas de migración desde hace 21 años.

El comunicador cuenta que ha asistido a entierros de los «sin nombre» y considera que es un cuadro que le conmueve con frecuencia.

Víctor Castillo, periodismo mexicano, ofreció entrevista a medios de comunicación ecuatorianos para explicar la tragedia que viven los migrantes al tratar de ingresar al territorio estadounidense. Foto: Cortesía

Castillo recuerda el funeral de un cuerpo sin identidad. Alrededor del pozo, cuenta, colocaron cuatro sillas vacías. «Ahí quedó enterrado un papá, una mamá o un hijo, pero no había nadie para despedirlo», reflexiona.

El camposanto de Holtville, en California, conocido como el “cementerio de los pobres”, alberga los despojos de los emigrantes. Hay más de 350 tumbas sin nombre. El reconocimiento de los restos es difícil.

El Centro de Antropología Forense de la Universidad Estatal de Texas, es otra institución que cataloga los despojos, a través del programa «Operation Identification».

Tiene registros inventariados de 212 cuerpos no reconocidos con más de 2.000 objetos (ropas rasgadas, zapatillas, cinturones, rosarios, celulares, pequeños, etc.), que portaban los senderistas antes de su deceso por causas como insolación, hipotermia e incluso paro cardíaco a causa de deshidratación. 

Durante los patrullajes, los miembros de la Patrulla Fronteriza encuentran artículos olvidados o perdidos por los senderistas. Foto: Cortesía

La Oficina Forense de El Centro, ubicada en el Valle Imperial de California, cumple una función similar. Esta dependencia recibe al menos de 40 cuerpos al año, de los cuales el 40% es catalogado. Además, se almacenan muestras de ADN de los cuerpos cremados.

Ángeles de la Frontera también localiza difuntos. Junto con la Patrulla Fronteriza instala estaciones de agua en áreas remotas del desierto, y realiza campañas para advertir sobre los riesgos de cruzar la frontera.

Las huellas digitales son clave para la identificación

Desde 2013, el South Texas Human Rights Center en Brooks también cumple campañas de prevención, asistencia e identificación.

A diario ingresan llamadas de familiares de migrantes desparecidos solicitando ayuda o referencia de su ser querido. Cuando localizan a una persona (viva o muerta) se ponen en contacto con los familiares. Mientras tanto, ponen los datos en una lista clasificada por nombres, apellidos, género y nacionalidad.

Instalaciones del South Texas Human Rights Center, que recibe alertas de desaparición, por parte de los familiares de migrantes. Foto: Gabriela Castillo / PERIODISMO PÚBLICO

Eduardo Canales, fundador del organismo, explica que, para localizar un cuerpo, se utiliza una georreferencia y así se coordina el rescate, después se contactan con el alguacil y la funeraria.

Para distinguirlos, emplean tres métodos: las piezas dentales, caracterización del ADN y huellas digitales. Gracias a esta última, fue posible diferenciar 30 cuerpos en la morgue de Laredo, lo que redujo la carga de occisos. «En el depósito había 30 cuerpos. El tanatorio no tenía espacio…», refiere.

Eduardo Canales, fundador del Centro, explica cómo trabajan para ayudar a los migrantes y cómo operan para rescatar cadáveres. Foto: Cortesía

La Fundación capacita a los jueces de paz y a los agentes de la Patrulla Fronteriza, para tomar huellas digitales antes de cualquier autopsia. «Los educamos para que sea más sensibles en el proceso de reconocimiento», explica Canales.

Nora Salinas es coordinadora Forense en el sur de Texas con experiencia previa como jueza de paz. Ella recoge los datos y determina el procedimiento de autopsias. No obstante, la experta reconoce que en el centro hay muchos obstáculos para cumplir con su labor, uno de ellos son las limitaciones logísticas. «Muchas veces hay solo esqueletos, lo que complica la identificación», explica.

Ecuatorianos en la lista de desparecidos o fallecidos

Personal de la Fundación recibe mensajes de agradecimiento por ayudar a localizar a sus seres queridos que decidieron cruzar la peligrosa ruta hacia Estados Unidos: Foto: Gabriela Castillo / PERIODISMO PÚBLICO

Darwin Fabián Marquina, Miryam Patricia Carchi, Luis Alberto Cutia, José Manuel Sotomayor, Diana Maribel Cabrera… Todos ellos, de Ecuador. Los ciudadanos constan en una lista de 13 personas ubicadas entre mayo y junio de este año.

La sede del South Texas Human Rights Center es modesta, pero su impacto es enorme. Al fondo de la pequeña casa se instaló una pizarra en donde constan los nombres de las personas localizadas.

Entre enero y junio se encontraron 27 ecuatorianos (entre fallecidos y migrantes extraviados). De ellos, 18 casos se resolvieron. Es decir, se proporcionó información a los familiares. Sin embargo, hay tres personas fallecidas por ahogamiento y otros dos casos sin resolver.

Estos números resultan pequeños si se toman en cuenta las cifras proporcionadas por el Ministerio de Relaciones Exteriores para esta investigación. En 2023, se repatriaron 116 restos mortales, mientras que, entre enero y junio de este año, trasladaron 65 cuerpos.

Canales reconoce que hay un subregistro de las cifras. En algunos casos, los cuerpos están desaparecidos (enterrados por la tierra del desierto o ahogados) y cuando se los encuentran, su condición no permite reconocerlos. «Las autoridades deben fortalecer los sistemas de identificación. Es un tema de humanidad», advierte.

Mientras tanto, en los cementerios que albergan los cuerpos no identificados reposa la identidad de los NN. José Luis termina de limpiar las hojas del aposento de sus padres. «Mis viejos ya descansan en la gloria eterna», dice.

Pero reflexiona y desea que con el paso de tiempo los cuerpos de los «sin nombre» también tengan su tumba para que sus familias oren por ellos. «Ellos merecen recibir sepultura y que llegue su familia para rezarles un Padre Nuestro», sostiene. (I)

Mientras limpia las tumbas de sus padres, José Luis mira a lo lejos el lugar donde se realizó la exhumación de cuerpos no identificados. Foto: Gabriela Castillo / PERIODISMO PÚBLICO

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