Por: Gabriel S. Galán Melo

Finiquitado virtualmente el proceso electoral 2025, una vez concluida la segunda vuelta electoral y con un resultado irrefutable que refleja con claridad la voluntad soberana del pueblo ecuatoriano, es momento de actuar con madurez política, reconocer el veredicto dado en las urnas, cerrar el capítulo del enfrentamiento político extremista y comenzar de inmediato con la reconstrucción del tejido social del país. Ya no hay espacio para el proselitismo divisorio y excluyente, ni para los discursos anclados en el pasado. Urge articular un gran proyecto nacional que convoque a todos, sin excepción.
Ecuador necesita, irremediablemente, seguridad, paz y prosperidad y esto solo será posible con un Gobierno que sepa, pueda y quiera integrar a todos los sectores sociales, económicos, culturales y políticos del país en un gran proyecto inclusivo de desarrollo… un Gobierno que escuche a los pueblos y nacionalidades de la patria y convoque a todos los ciudadanos más allá de sus obvias e inevitables diferencias. El Gobierno reelecto no puede ensimismarse en la miopía del respaldo mayoritario. Debe investigar, analizar y reflexionar con conciencia sobre los motivos de aquel 44% de ecuatorianos que no encontraron en él las certezas y la confianza suficiente para apoyarlo.

El presidente reelecto tiene hoy la responsabilidad histórica de corregir primeramente sus errores, de abandonar toda narrativa de confrontación y gobernar con visión de Estado. No se trata ya de ganar elecciones, sino de construir el futuro de la nación. Nuestro país no puede esperar un minuto más. Necesitamos urgentemente decisiones valientes, soluciones reales y un gobierno que construya sobre lo que existe, sin renegar de la memoria ni de las posibilidades ciertas del presente. Por otra parte, los adversarios, que en esta ocasión no tuvieron el beneplácito de la mayoría, tienen el deber de tender puentes no de levantar obstáculos, de aportar ideas y corregir rumbos no de manipular con sadismo a quienes todavía creen en ellos para fastidiar y entorpecer al gobierno de turno. Sí, deben vigilar y exigir cuentas porque es su rol democrático, pero no boicotear por boicotear.
Hoy más que nunca, es momento de unirnos. De superar los resentimientos y de trazar juntos un nuevo rumbo para nuestro país. Hoy, es momento de que el poder se convierta en servicio y que la legitimidad electoral al fin se traduzca en legitimidad ética. Porque solo así, con sensatez y responsabilidad, lograremos el país que todos soñamos. Sin unidad y sin proyecto en común permaneceremos condenados al fracaso. En fin: no hay peor ciego que el que no quiere ver.