
Sin duda alguna, dialogar con el artista ecuatoriano Juan Fernando Velasco es muy reflexivo. La charla se dio en una cafetería de Quito. El cantante llegó puntual, vestido con un estilo sobrio y relajado. Para platicar, nada mejor que una limonada de coco; sacudía la espuma con una larga cuchara y bebía con lentitud, como si saboreara cada minuto de conversación. Saludaba con amabilidad a los clientes que no disimulaban su admiración; incluso firmó dos autógrafos improvisados en post it para una de las meseras.
Juan Fernando es de hablar pausado, con ideas firmes, muy formal en su trato. Y menciona sin titubear: “Soy el gerente de mi propia vida…» Está en plena promoción de su nuevo trabajo, ‘Julio Eterno’, que lo tiene con la agenda ‘a tope’, pero no pierde la calma ni el enfoque.
¿Cómo nació la idea de hacer un dueto con Julio Jaramillo?
Este proyecto tomó más de un año. Separar su voz de las grabaciones originales fue el primer paso. La familia me dio su apoyo total.
¿Qué significó para ti recibir el respaldo de los herederos de Julio?
Fue decisivo. Me dijeron: “Solo lo haríamos si eres tú”. Ese voto de confianza me impulsó a seguir adelante.
¿Qué buscaste con este homenaje?
Tender un puente entre generaciones. Que los jóvenes se acerquen a Julio sin sentirlo lejano ni antiguo.
¿Fue un reto usar inteligencia artificial en este proyecto?
Sí, especialmente para el video. Tuvimos a un modelo en el set, luego lo reemplazamos por un Julio generado digitalmente. Buscamos que se vea real, humano.
¿Cómo ha reaccionado el público ante esta propuesta?
Sorprendentemente bien. Casi no hubo críticas. La mayoría dice que sintió a Julio realmente presente.
¿Crees que la tecnología ayuda a mantener vigente la música de antaño?
Sí, siempre que se use con respeto. La IA es solo una herramienta, no el protagonista.
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¿Cómo encaja este álbum dentro de tu evolución musical?
Es parte de una búsqueda constante. He hecho pop, balada, música regional, y ahora boleros y valses. Pero mi voz es el hilo conductor.
¿Qué sentiste al revivir a Julio en imagen y voz?
Muchísima emoción. Cuando la gente escucha el sencillo y dice “es él”, sé que hicimos algo bien.

¿Hay alguna canción del disco que te haya tocado más personalmente?
Sí, “Cinco centavitos” me conmueve mucho. Es una canción que escuché desde niño y que ahora me conecta con mi madre y con mis raíces.
Desde tu rol de exministro de Cultura, ¿cómo evalúas tu aporte al arte?
Como artista el impacto es más visible. Pero desde el Ministerio logramos cambios estructurales como los incentivos tributarios, que hoy yo mismo uso en mi gira.
¿Qué podemos esperar del tour de Julio Eterno?
Una experiencia única. Usaremos hologramas e inteligencia artificial para que Julio “suba” al escenario conmigo.
¿Qué aprendiste al producir este disco tan complejo?
Que la tecnología puede ser aliada del alma. Aprendí a confiar en el proceso y a no tener miedo de experimentar, sin perder la esencia.
¿Qué lugar ocupa Ecuador en tu carrera hoy?
Es mi centro, mi raíz. Aunque he trabajado fuera, todo lo que hago tiene el alma ecuatoriana. Siempre canto desde aquí, aunque esté lejos.
¿Apuntas a una nueva nominación al Latin Grammy con este disco?
Ojalá. No por mí, sino por nuestra música. Los reconocimientos internacionales ayudan a visibilizar lo que hacemos desde Ecuador.
¿Qué sientes cada vez que eres nominado?
Es una mezcla de alegría y responsabilidad. La segunda vez, con el álbum de pasillos, fue especialmente emotiva. Canté en los Latin Grammy, algo que ningún otro ecuatoriano ha hecho.

¿Cómo manejas el equilibrio entre tu vida familiar y esta agenda tan intensa?
Es difícil, pero trato de mantener espacios para mi familia. El equilibrio no es perfecto, pero la música y ellos son mis dos pilares.
¿Tienes nuevos proyectos en mente luego de este disco?
Ahora no. Julio Eterno nos tendrá ocupados por lo menos hasta el próximo año con promoción y gira en Ecuador y EE.UU.
Juan Fernando se despidió con una sonrisa y una frase que resume su esencia: “Nunca dejé la música. Siempre estuve ahí”. En su mirada, la certeza de que la memoria también puede tener ritmo.