Esteban Ron Castro
Analista Político, Máster en Democracia y Buen Gobierno (Universidad de Salamanca); Magíster en Comunicación Estratégica (Universidad Andina Simón Bolívar); MBA (Universidad Internacional Del Ecuador).
Mucho se ha dicho respecto de lo que puede suceder con la elección en Estados Unidos y sus beneficios o condicionantes para nuestro país. Se especuló respecto de las relaciones de Trump o Biden con los candidatos para Presidentes de Ecuador; variables y variantes en las relaciones a futuro, se analizaron durante todo el periodo de elecciones. Lo cierto es que Joe Biden fue electo en medio de reclamos acerca del conteo de votos por parte del candidato perdedor quien se rehúsa a aceptar la derrota.
En un sistema electoral tan complejo y especial como el estadounidense, implícitamente hay una aceptación generalizada de los resultados y es muy difícil que cambien; además, como ya sucedió en las elecciones pasadas, a pesar de prever una derrota, Trump y su equipo “estaban listos para perder con fuego y furia”, como le describe Michael Wolff en su obra, no tan coincidencialmente denominada “Fuego y Furia” en la que relata algunos detalles de la llegada de quien, en pocos días será llamado expresidente.
La fervencia con la que se vivieron estas elecciones puede ser analizada desde muchos ámbitos; el acceso a la información y la inmediatez fueron factores con una gran trascendencia, sin embargo y como siempre la especulación una constante.
A pesar de que no nos gusten las siguientes afirmaciones, hay que destacar que desde el ámbito de la administración pública debemos recordar que Estados Unidos es uno de los países más ordenados en cuanto a la continuidad de las políticas públicas, tanto es así que poco se afectará en el futuro inmediato en las relaciones con nuestro país.
Se han resaltado los acercamientos con el actual gobierno, sin embargo, recordemos que muchos de los acuerdos mínimos a los que se llegaron y que siguen en ejecución improbablemente cambien ya que los temas de realce caen en la clasificación de asuntos de interés mundial y colaboración general, como el del apoyo a la lucha contra la delincuencia organizada en materia de tráfico de drogas.
La agenda política y económica mundial, como nunca antes, tiene demasiadas condicionantes y variantes en cuanto a las prioridades, por lo que las relaciones de nuestro país con el nuevo Presidente o de seguro sus varios delegados esperarán en una larga fila, a la que de hecho ya estamos acostumbrados. (O)
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