Por Pablo Salgado J.*escritor y periodista
Cuando acudimos a un espacio cultural, ya sea un museo, un centro cultural o una sala de exposiciones, quien nos recibe, nos guía, nos orienta y responde nuestras inquietudes son las mediadoras (la mayoría de quienes trabajan en esta actividad son mujeres) y son ellas las portadoras de los saberes que guarda ese espacio cultural. Pero no reconocemos esa labor, ni la preparación que implica realizar actividades de mediación que, obviamente, van mucho mas allá de una guianza: “somos las que creamos condiciones para que las instituciones cultuales puedan ser habitadas,” nos dicen. En verdad, las hemos invisibilizado y, también, menospreciado. Y lo que es peor, las propias instituciones no han valorado ni han reconocido la importancia de su labor; sus sueldos son bajos, no tienen estabilidad laboral y, con los recortes de los presupuestos, han sido las primeras en ser despedidas.
De ahí que doce mediadoras comunitarias y educativas independientes conformaron, el año pasado, la Asamblea de Mediadoras de Quito, un colectivo sin patrocinio de ninguna institución municipal o estatal, y que asumen la mediación como una práctica crítica y comprometida socialmente.
La precariedad del sector cultural, la han vivido en carne propia. Precariedad que generó la crisis económica del país y que se profundizó con la pandemia y la emergencia sanitaria. Es por esto que resolvieron realizar una encuesta que les permita conocer, de primera mano, la situación de las mediadoras educativas y culturales en la ciudad de Quito: “ La encuesta se elaboró frente a la necesidad de contar con datos estadísticos que nos permitieran contrastar la información boca a boca sobre despidos, reducción de salarios y vulneraciones de derechos laborales de las mediadoras,” dicen en el documento “Perfil y situación laboral de mediadoras educativas y comunitarias del distrito metropolitano de Quito”, que contiene los resultados de la encuesta.
Fueron consultadas 48 mediadoras, quienes proporcionaron datos e información sobre varios temas: derechos laborales; condiciones de vida, condiciones laborales de las personas con empleo; condiciones laborales de las personas sin empleo; percepción frente a la crisis; y las necesidades urgentes.
Del total de mediadoras que completaron la encuesta, el 66,7% se auto identifica en femenino; 27,1% en masculino, y el 6,2% se autodefine como parte de las diversidades sexuales. Las edades están mayoritariamente entre los 26 a 30 (29,2%); 31 a 35 años (35,4%); y de 36 a 40 (25%). Las mediadoras con algún tipo de discapacidad que completaron la encuesta fueron el 6,2%. El tiempo de experiencia laboral en mediación y educación está mayoritariamente ubicado entre 9 a 12 años (27,1%), o es incluso mayor a 12 años ( 22,9%). Es decir, concluye el documento, la estructura laboral dentro de las instituciones artístico-culturales de la ciudad de Quito sigue respondiendo a lógicas hegemónicas y excluyentes con respecto a disidencias sexuales, corporalidades en discapacidad y etnicidades divergentes.
La vulneración de los derechos laborales no es una situación nueva que haya llegado con la crisis sanitaria, sino que era ya una constante que se agudizó con la pandemia: “Ahora ya no se pagan horas extras”; “el internet lo pagamos nosotras de nuestros bolsillos”; “los materiales educativos para talleres y actividades los compro yo o no realizaría mi trabajo”; “me pueden llamar o escribir por trabajo a cualquier hora, cualquier día,” son algunos de los testimonios de varias mediadoras que corroboran la condición de precarización laboral.
Otra información relevante que refleja esta Encuesta es que las mediadoras son cabezas de hogar, que aportan mayoritariamente al ingreso económico de sus familias: “Dependemos, para nuestra subsistencia y la de nuestros hijos, de nuestro salario.” La mayoría de encuestadas (41/48) aportan el principal ingreso económico familiar, en tanto 12 personas reportan haber sido el sustento de sus familias y ahora se encuentran en el desempleo.
Sobre las condiciones salariales de las personas con empleo, la Encuesta revela que un 34,3% gana más de 800 dólares mensuales, en tanto un 28.6% percibe un salario entre 600 y 700 dólares. La Asamblea concluye que “estos salarios son medios o medio bajos, tomando en cuenta el coste mínimo de la canasta básica en el país, así como las condiciones impuestas por la crisis económica que ha golpeado al sector de trabajadores en Ecuador durante el último año. Cuando preguntamos cuántas horas semanales de trabajo realizan las personas actualmente con empleo, la mayoría trabaja más de las 40 horas a la semana.”
El 27,1% de mediadoras que se encuentran sin empleo. Están más expuestas a despido y fin de contrato las mediadoras que han trabajo menos de 1 año ( 15,4% ), así como aquellas que han trabajado de 1 a 2 años (61,5%) en las instituciones, incluyendo aquellas que han trabajado hasta por 5 años en la misma institución ( 23,1 %). Las mediadoras más antiguas, dice el documento, no se ubican en esta situación de riesgo, pues ninguna mediadora con más de 5 años en la institución manifestó haberse quedado sin empleo.
Las mediadoras que se han quedado sin empleo corresponden a trabajadoras que realizaban más de 40 horas a la semana de trabajo remunerado, junto con mediadoras con trabajo ocasional que realizaban menos de 15 horas semanales, y junto con jornadas de trabajo parcial de 20 horas. Es decir, los más vulnerables son quienes se han quedado en la desocupación.
Estos resultados fueron remitidos a la directora de la Fundación Museos de la ciudad, Adriana Coloma, junto a una carta en la que expresan su precupación por los recortes y despidos y esperando que: “Este documento sea recibido como un insumo para la toma de decisiones institucionales y municipales que permita precautelar el bienestar, estabilidad y derechos laborales de mediadoras educativas y comunitarias en el DMQ.”
Además, la Asamblea compartió esta información en el pasado encuentro Arte, cultura y trabajo, organizado por Arte Actual, a través de una mesa de diálogo, ya que en la Asamblea asumen los resultados de la Encuesta como “un espacio abierto y en construcción; reivindicamos que sin mediación no hay política real en la que se trascienda la noción de acceso por la de participación, diálogo y real construcción de derechos culturales. Y son muy claras que “para lograr los siguientes pasos necesitamos saltar el miedo, romper el silencio, acuerparnos, cuidarnos.”
La encuesta también revela la ausencia de polítias públicas para la cultura en el gobierno central y en el municipal. Los recortes presupuestarios en el Municipio de Quito han evidenciado una ciudad a la deriba en la gestión cultural; sin horizonte ni camino.
El Alcalde Jorge Yunda ofreció una reestructuración de la institucionalidad cultural -las Fundaciones culturales privadas que funcionan con recursos públicos- y hasta un Estatuto autonómico, pero nada ha prosperado. Una gestión que reproduce los males y viejas prácticas de entender la gestión cultural como montar tarimas y organizar eventos de espectáculos, mientras se abandona y no se protege a los artistas y gestores, y peor se fomenta o se crean incentivos para al menos mitigar la enorme y profunda precariedad del sector cultural en la ciudad.