Por Verónica Herrera
El día 15 de marzo estoy segura de que muchos de nosotros que tenemos familiares de tercera edad, estuvimos pegados desde las 08:30 al computador esperando inscribir a nuestros padres, abuelos, tíos y demás familiares que estaban considerados dentro de la fase I de vacunación contra el COVID-19.
Con desesperación, y tristeza, vimos truncada nuestra misión al ver que la página web no estaba lista para dichas inscripciones. El día 16 de marzo tampoco pudimos lograr la inscripción, pero también conocimos que un grupo privilegiado en Samborondón lograron conseguir vacunarse gracias a las gestiones de su club, sin tener que pasar por la tortura de depender de un sistema que no funcionaba.
Y así nos damos cuenta de que en Ecuador primero se vacuna los que tienen padrinos y además en este maravilloso país somos los amigos de saltarnos los procesos, las filas y las bardas.
No conformes con darnos cuenta de que la corrupción ha sido la enfermedad que ha ido matando a nuestro país durante los últimos 14 años, estamos felices de ser parte de un sistema corrupto y corruptor. Nos encanta poder tener ventajas sobre otras personas, nos sentimos más vivos que los que si están en la fila, sentir poder dentro de nuestro metro cuadrado.
¿Cómo esperamos dejar un mejor país para nuestros hijos si somos incapaces de seguir una simple instrucción? ¿Qué ejemplo les estamos dando cuando nos pavoneamos de que tenemos la palanca? La respuesta es simple, quien cumple las reglas y las normas es un tonto porque hay formas más fáciles de hacer las cosas, que podemos invertir el mínimo de esfuerzo para conseguir las cosas en la vida.
Me asusta el tipo de sociedad que estamos formando para el futuro. Me preocupa que con este ejemplo a nivel gubernamental solamente nos quede como lección que la ley del más vivo es la que prima, no importa que alguien salga perjudicado mientras YO esté bien… tal vez hemos entrado en la dinámica del egoísmo y por esa razón no salimos de la crisis política, moral y de salud que hoy nos invaden.