
El papa Francisco, el primer pontífice latinoamericano, jesuita y no europeo desde el siglo VIII, falleció este lunes 21 de abril de 2025 a las 7:35 en su residencia de la Casa Santa Marta, según confirmó en un video el camarlengo Kevin Joseph Farrel. Su muerte marca el fin de un papado de doce años marcado por intentos de reforma, gestos de sencillez radical y fuertes resistencias internas.
Desde su elección en 2013, Jorge Mario Bergoglio desafió las formas y protocolos tradicionales. Rechazó el Palacio Apostólico como residencia y optó por vivir en un apartamento modesto. Viajaba en autobús, lavaba los pies de presos y migrantes, y transformó la imagen del papado a través de gestos concretos de cercanía con los más vulnerables.
En vida pidió que su funeral rompiera con los ritos de poder que marcaron a sus predecesores. Su cuerpo será velado en la Basílica de San Pedro, sin catafalco, sin báculo, sin tres ataúdes y con un féretro sencillo. Su tumba no estará en las criptas vaticanas, sino en Santa María La Mayor, iglesia mariana que visitaba antes y después de cada viaje.
Ayer, en el Domingo de Resurrección, el Papa Francisco, en medio de su proceso de convalecencia, ofreció la tradicional bendición «Urbi et Orbi» desde el balcón de la Basílica de San Pedro. A pesar de su estado de salud, el pontífice quiso estar presente en esta significativa celebración, transmitiendo un mensaje de esperanza y paz al mundo. Debido a su estado de salud, el cardenal Angelo Comastri fue quien leyó la homilía que el pontífice preparó.
En su mensaje, el Papa Francisco hizo un llamado a la paz mundial, con énfasis en los conflictos en curso, particularmente en la Franja de Gaza y Ucrania. El pontífice instó a un cese al fuego, la liberación de rehenes y la provisión de ayuda humanitaria a las poblaciones afectadas. Asimismo, resaltó la importancia del diálogo y la reconciliación, pidiendo que se dejaran de lado los odios y las guerras.
Además de su mensaje de paz, el Papa Francisco enfatizó la centralidad de la Resurrección de Cristo en la fe cristiana. En su homilía, el pontífice invitó a los fieles a buscar a Cristo en la vida cotidiana, a acompañar a los que sufren y a vivir con esperanza. Tras la bendición, el papa realizó un recorrido en el papamóvil, saludando a los peregrinos presentes en la plaza de San Pedro.
Ecuador Vibró con la Visita Histórica del Papa Francisco

La visita del Papa Francisco a Ecuador en julio de 2015 marcó un hito en la historia del país, congregando a multitudes y dejando un mensaje de esperanza y unidad. El Sumo Pontífice llegó al aeropuerto Mariscal Sucre de Quito, donde fue recibido con honores y calidez por autoridades y fieles. Su agenda incluyó misas multitudinarias en Quito y Guayaquil, donde sus palabras resonaron con fuerza, llamando a la justicia social y al cuidado del medio ambiente.
Durante su estancia, el Papa Francisco tuvo encuentros significativos con diversos sectores de la sociedad ecuatoriana, incluyendo líderes políticos, religiosos y representantes de comunidades indígenas. Su cercanía y sencillez conmovieron a los presentes, y sus discursos enfatizaron la importancia del diálogo y la inclusión. La visita también tuvo un impacto económico y social, impulsando el turismo y generando un ambiente de fervor y reflexión en el país.
Uno de los momentos más emotivos fue la misa en el Parque Bicentenario de Quito, donde más de un millón de personas se congregaron para escuchar al Papa. Sus palabras sobre la necesidad de construir una sociedad más justa y solidaria dejaron una huella profunda en los corazones de los ecuatorianos. El Papa Francisco también visitó el Santuario de la Virgen de El Quinche, donde se reunió con seminaristas, religiosos y el clero ecuatoriano.

La visita del Papa Francisco a Ecuador fue un evento histórico que fortaleció la fe y promovió un mensaje de paz y reconciliación. Su presencia dejó un legado de esperanza y un llamado a trabajar juntos por un futuro más justo y equitativo para todos los ecuatorianos.
La visita a Ecuador marcó en el Sumo Pontífice. En declaraciones ofrecidas en rueda de prensa, Monseñor Andrés Carrascosa Coso, recordó que, al menos una vez al año, ha hablado con el Papa. En esos diálogos, el Santo Padre le comentó que siempre reza por Ecuador.
«Es un momento triste, es un momento que nos ha cogido en contrapié, porque ayer le veíamos en la plaza de San Pedro con toda su fragilidad porque no me da vergüenza exponer su situación, de hombre enfermo», expresó Monseñor.
Un pontificado en busca de la reforma

Francisco asumió el trono de San Pedro tras la histórica renuncia de Benedicto XVI y con la promesa de reformar una Iglesia golpeada por escándalos sexuales, crisis financiera y alejamiento de los fieles. Reformó el banco vaticano, impulsó una nueva constitución para la Curia, y fomentó un modelo de Iglesia sinodal, más inclusivo y participativo.
Sin embargo, esas reformas encontraron freno en sectores tradicionales que lo acusaron de herejía o debilidad doctrinal. Francisco insistía: “prefiero una Iglesia herida por salir a la calle que una enferma por encerrarse”. Pero el camino no fue fácil, y muchas de sus iniciativas, como la bendición a parejas del mismo sexo o los pasos hacia la inclusión de divorciados, fueron cuestionadas abiertamente por cardenales y obispos.
El papa también reconfiguró el mapa del poder católico al nombrar cardenales del sur global y conceder más espacios de decisión a mujeres y laicos, aunque se mantuvo firme en no ordenar mujeres como sacerdotes.
Una vida marcada por la pobreza y el compromiso social
Nacido en Buenos Aires en 1936, hijo de inmigrantes italianos, Francisco fue técnico químico antes de ingresar a la Compañía de Jesús. Vivió su juventud durante la dictadura militar argentina, y aunque fue acusado de no proteger a dos sacerdotes detenidos, más tarde se reveló que salvó a más de cien personas.
Como arzobispo de Buenos Aires, vivía sin lujos y era conocido por su cercanía con los pobres. Esa misma filosofía marcó su papado. Rechazó los zapatos rojos, se negó a usar anillos de oro, y pidió una “Iglesia pobre y para los pobres”. Su primera visita como pontífice fue a Lampedusa, donde denunció la indiferencia ante los migrantes que mueren en el Mediterráneo.
Durante la pandemia del COVID-19, celebró misas solo, bajo la lluvia, en una Plaza de San Pedro vacía, y destinó vacunas a personas sin hogar. Publicó encíclicas centradas en el medio ambiente, la fraternidad humana y la justicia social.
Las sombras y el legado

Pese a sus esfuerzos, el papa Francisco enfrentó severas críticas por su manejo de los abusos sexuales dentro de la Iglesia. Aunque tomó medidas inéditas, como expulsar clérigos y disolver instituciones, para muchos fue demasiado lento o insuficiente. Aun así, promovió un cambio legal que penaliza tanto al abusador como a quien encubre.
Su estilo directo, a veces provocador, lo convirtió en un personaje mediático y controversial. Fue retratado como un reformista incompleto, atrapado entre dos fuegos: los progresistas que esperaban más, y los conservadores que lo acusaban de destruir la tradición.
Sin embargo, millones lo recordarán por su humildad, sus palabras sencillas, su abrazo a los excluidos y su esfuerzo por devolverle a la Iglesia su rostro evangélico.
“El obispo de Roma ha vuelto a la casa del Padre”, dijo el cardenal Farrel. Y con él, se despide un papa que intentó cambiar la Iglesia desde el amor, no desde el poder.
Durante su papado, Francisco viajó a más de 60 países y consolidó su papel como mediador internacional. Fue clave en el restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba, y promovió encuentros interreligiosos en Medio Oriente, África y Asia, abogando siempre por la fraternidad humana.
Su figura generó contradicciones: mientras era alabado por sectores sociales progresistas, su postura contra el aborto, la eutanasia y el matrimonio igualitario lo mantuvo como defensor de los principios tradicionales del catolicismo.
Con su muerte, se abre una etapa de incertidumbre para la Iglesia católica. Las reformas que inició necesitarán continuidad y respaldo. El próximo cónclave tendrá el desafío de decidir si la Iglesia sigue el camino de Francisco o toma otra ruta.
Tras la confirmación oficial del fallecimiento del Papa, se abre un período conocido como «Sede Vacante». Durante este tiempo, el gobierno de la Iglesia Católica pasa temporalmente al Colegio de Cardenales. El cardenal camarlengo asume un papel central, encargándose de certificar la muerte, sellar los aposentos papales y administrar los asuntos temporales de la Santa Sede. Se inicia un período de luto oficial, conocido como «novendiales», nueve días de misas en sufragio por el alma del pontífice difunto.
Uno de los primeros actos simbólicos es la destrucción del Anillo del Pescador y el sello papal, elementos distintivos del pontificado, para evitar cualquier uso indebido durante la interrupción del liderazgo. Se suspenden las audiencias públicas y las actividades del gobierno papal, a excepción de aquellas esenciales para la administración de la Iglesia. El cuerpo del Papa es expuesto para que los fieles puedan rendirle homenaje antes de los funerales solemnes que suelen celebrarse en la Plaza de San Pedro.
La atención se centra rápidamente en la elección del sucesor. Entre quince y veinte días después del fallecimiento, los cardenales menores de 80 años se reúnen en el Cónclave, un encuentro a puerta cerrada en la Capilla Sixtina. Bajo estrictas normas de secreto, deliberan y votan hasta alcanzar una mayoría de dos tercios para elegir al nuevo Papa. El mundo exterior espera con expectación las señales del proceso, especialmente la «fumata blanca» que anuncia la elección de un nuevo pontífice.
Una vez elegido y aceptado el cargo, el nuevo Papa elige un nombre pontificio y es presentado al mundo desde el balcón de la Basílica de San Pedro con la famosa frase «Habemus Papam» (Tenemos Papa). Su primera bendición «Urbi et Orbi» marca el inicio de su pontificado, asumiendo la guía espiritual de la Iglesia Católica y el liderazgo del Estado Vaticano. Este proceso, cargado de tradición y simbolismo, busca asegurar una transición de poder legítima y la continuidad del liderazgo de la Iglesia. (I)
Fuente y fotos: Agencias.