“Llegamos a la hora cero. Faltan únicamente cinco minutos […] Feliz Año Nuevo”. Quién no recuerda estas inmemorables palabras escuchadas por miles de quiteños durante varias décadas antes de dar la media noche en el tradicional programa El Apagón.
Este programa se hizo famoso en la voz de don Gustavo Herdoíza León y Willson Robalino, quienes al sonar de un reloj relataban las memorias del año que se iba y contaban los minutos para que dé el inicio el nuevo año.
La quema del año viejo en Ecuador no tiene origen definido, algunos autores lo atribuyen a la llegada de los españoles. El historiador ecuatoriano Manuel Espinosa hace énfasis a la costumbre indígena pre-colombina de la quema de figuras para extinguir los malos espíritus.
“En el Tahuantinsuyo era común hacer muñecos para quemar, con el fin de destruir el alma de quienes representaban”, así —señala Espinosa— muchos visitadores españoles indeseables eran representados con muñecos que se quemaban con grasa de cerdo, mientras que cuando se buscaba perjudicar a un indio se quemaba esta figura con sebo de llama” (1997:169).
Los viejos pasaron de ser muñecos de paja, viejos de caras decrépitas con barba, a muñecos de personajes de la coyuntura nacional, personajes públicos, caracterizados desde la sátira y desde el humor propio de quienes hacían una crítica a lo que acontece en la realidad. Así por ejemplo, este año deberíamos estar quemando al famoso y aborrecido Coronavirus y a toda la problemática que trajo no solo al Ecuador, sino al mundo.
Uno de los personajes favoritos para los ecuatorianos cada año es quemar al presidente de turno. Así, para 2020 el actual presidente estará también como figura principal en la quema de años viejos. A él se le reclama por las medidas y políticas que adoptó desde que asumió su mandato, pero con mayor afectación con su famosa “Ley Humanitaria”, a la que se le atribuye el que muchas familias se vieran afectadas, al punto de perder sus empleos o fuentes de ingreso.
Desde horas de la mañana cada 31 de diciembre las familias que gustaban de esta tradicional quema preparaban una tarima o casucha de ramas para ubicar a su monigote. En esta labor cada vecino se explaya con su creatividad. Tampoco puede faltar el testamento y en las noches eran infaltables las viudas que le lloraban a su viejito. Este era un espectáculo público para quienes salían a pasear en la noche. Ya sea en auto o a pie debían ir preparados con muchas monedas o sueltitos como se le conoce en Quito, para poder pasar a las viudas que pedían la tradicional limosnita para su viejito que ya se va, prácticas y diversión que extrañaremos mucho este año.
La importancia de la quema de los viejos de fin de año fue tan grande que se realizaban concursos del mejor viejo, mejor testamento, la mejor caricatura, una costumbre que lo hacían en todos los barrios, inclusive a las fueras de las instituciones públicas y de las empresas privada se reunían su empleados para realizar la quema del viejo, quizás quemaban al jefe, o al compañero del año, mucha picardía e inocentadas se vivían en estas fechas.
Eddy Méndez Valencia, profesor de literatura y artista plástico ecuatoriano, radicado actualmente en Madrid–España, con mucha nostalgia contó a Periodismo Público la importancia de la quema de los viejos para su familia, pues desde que era niño recuerda la pasión, la creatividad y extraordinaria habilidad de su padre Don Telmo Méndez, con la que cada 31 de diciembre dejaba impresionados a los vecinos y turistas que bajan por la calle Leónidas Plaza Lasso, en el barrio de Guápulo.
“Mi padre, Don Telmo como todos lo conocían, fue teniente del Cuerpo de Bomberos de Quito, ahí también realizaba sus monigotes. Cuando estaba franco y pasaba en casa, preparábamos el viejo entre todos, hijos, nietos, apoyaban a la idea que cada año sorprendía, incluso nosotros nos enterábamos el propio día 31, que tema iba a sacar y el testamento que había elaborado”, dijo Méndez.
Don Telmo Méndez es recordado no solo por su familia, también por sus vecinos, quienes cada año pasaban por el frente de su casa para reírse con la creatividad, historia que está plasmada para siempre en el libro “Los Años Viejos”, publicado por el FONSAL (Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural de Quito), en el año 2007, en donde se recogen investigaciones y fotografías sobre esta tradición, y en cuyas páginas no podía faltar Don Telmo Méndez Aguirre, ya fallecido.
“Recuerdo que mi padre me esperaba cada 31 de diciembre en Guápulo para elaborar las pancartas y darle vida al testamento que él había elaborado. Junto a varios sobrinos hacíamos breves borradores tanto de los dibujos como de las frases; mientras, mi papá junto a mis hermanos y sobrinos preparaban la tarima, colocaban una carpa por si llovía esa noche, pero no era cualquier tarima, todo se hacía lo mejor posible, otro grupo de sobrinos rellenaban el monigote con algodón, lo vestían y buscaban lo más adecuado según el personaje que había creado mi papá”, señaló su hijo Eddy, quien es dibujante de profesión.
Mientras eso ocurría en Guápulo, en el resto de Quito la actividad no era diferente. La venta de monigotes, máscaras y pirotecnia invadían las calles, era el momento de sacar el mayor provecho a este día; pelucas, antifaces y disfraces se fueron popularizando en los barrios de la capital. En los últimos años creció la demanda por disfraces o máscaras de superhéroes o los que no pasan de moda como Chucky o Freddy Krueger. La venta de pelucas muy vistosas y coloridas tuvo bastante acogida entre los quiteños.
Don Eddy hace un esfuerzo durante la entrevista para contener sus lágrimas, pues hablar de la quema de los viejos que preparaba su padre no solo lo llena de nostalgia sino también de orgullo a él y al resto de su familia.
La quema del viejo es dejar el año que pasó atrás, sin embargo, para un hijo es imposible olvidar los recuerdos que lo atan a sus padres. El dolor se hace más fuerte al tener que pasar en otro país, lejos de Ecuador y de su querido Guápulo, no solo para él, sino para cientos de ecuatorianos que tuvieron que salir en condiciones similares a las actuales, es decir, debido a la crisis económica ocasionada por los malos gobernantes.
“Colocábamos primero el monigote, la instalación de la luz, todos los accesorios, y más tarde pegábamos el testamento, yo lo hacía a modo de caricaturas, pues sé dibujar, sin embargo, no era fácil plasmar la sátira de mi papá. Quien quería se disfrazaba de viuda, pero el año que más se disfrutó fue cuando mis hermanos y yo nos disfrazamos, recuerdo las risas de mis padres y de mis vecinos. Cada año era infaltable escuchar el tradicional apagón de Radio Tarqui. En ese momento, mis hermanos y mi padre a la velocidad del conteo de Don Herdoíza, bajábamos rápidamente los monigotes, el testamento, los accesorios, las ramas y ya estaba lista la gasolina. Alguien preparaba las copas de champán para el brindis, las uvas no podían faltar, y algunos se iban a dar vuelta la manzana. Mi padre regaba la gasolina y alistaba los fósforos, todos estábamos en suspenso, abrazábamos a mi madre y cuando daban las 12 y don Herdoíza gritaba llegó la hora cero, mi padre lanzaba el fósforo y adiós año viejo”, indicó Méndez.
“Pocos segundos más para dejar atrás lo que mañana será el pasado, buen momento para verificar si lo que hicimos fue añadir otro año a nuestra vida o si le añadimos vida a nuestro año” , comentaba Don Herdoíza, en uno de sus últimos programas.
Hoy esas palabras son muy acertadas, en un año en el que todos tuvimos que sacar fuerza de flaqueza, renovarnos y adaptarnos a una nueva realidad y a una crisis económica agudizada por la pandemia. Ante la posibilidad de perder la salud y la vida, no hay pobres, no hay ricos, solo lo que somos, seres humanos que no tienen comprada la vida.
Debido a las medidas emitidas por el COE Nacional, quedaron prohibidas las ventas de monigotes y de pirotécnica. Quienes viven en territorio ecuatoriano deben abstenerse de quemar monigotes en la vía pública, pues hay multas si se infringen estas las disposiciones, esto debido al incremento de contagios de Covid-19 y al riesgo de colapsar el sistema de salud pública.
Salud y empleo clama el pueblo ecuatoriano, aspiramos que el año que viene traiga luz, esperanza y nuevas oportunidades a las familias ecuatorianas. Que el gobierno que está por venir y en el cual ya pesa una gran responsabilidad comprenda lo que es servir a su pueblo, actuar y no solo quedarse en palabras.
Recordando al tradicional Apagón, con la cabeza y los pulgares arriba le decimos bienvenido 2021. ¡Feliz Año Nuevo!