Texto y Fotos: Pamela Cardona* (Colaboradora de Periodismo Público)
Cada sábado desde las 08:00 hasta las 14:00, productoras de la zona de Cotogchoa, parroquia rural del cantón Rumiñahui, llevan sus productos cosechados el día anterior al sector de la Y de Coogchoa, frente a la gasolinera Primax. Ahí se instalan una carpas y mesas para vender a los vecinos que ya conocen y que se dan cita en busca alimentos sanos y frescos.
Muchos de los clientes acuden porque prefieren comida sana y precios convenientes, otros han cambiado drásticamente su dieta, ya sea por problemas de salud o porque decidieron mejorar su alimentación, comenta Doña María Teresa Chimpantaxi, fundadora de la Asociación Productora Agropecuaria Cotogchoa, APAG.
“Varios clientes que nos visitan padecen cáncer, diabetes, tienen la presión alta o problemas de peso, su alimentación debe ser natural y sin químicos. Nuestros productos no tienen químicos, si usted gusta puede hacerle una prueba a la tierra. Ya varios ingenieros lo han hecho y dan fe de que los alimentos que producimos son sanos, la tierra desde que la trabajó mi padre hasta la fecha está libre de químicos”, dijo Doña María a Periodismo Público.
La Asociación tiene 10 años de existencia, está compuesta de 12 socias, entre 50 y 60 años de edad. Ellas se capacitaron con el MAG, en el municipio de Rumiñahui y con técnicos del Consejo Provincial de Pichincha. Participaron de las mesas de trabajo para la construcción de la Ley de Fomento Productivo. Crearon y pusieron en ejecución un proyecto de maíz comunitario, consistente en cuatro lotes sembrados, al poco tiempo iniciaron con más productos y las ventas empezaron a incrementarse.
“Soy costurera, pero desde niña me dedique a la agricultura, aprendí de mis padres, quienes muy jóvenes tuvieron la oportunidad de venir de su pueblo natal Santa Rosa hasta Cotogchoa, pues fueron beneficiados de la “Reforma Agraria del 64”. Cuenta mi papá que fueron días muy difíciles, todo era matorral y de a poco entre vecinos y a base de mingas fueron creando lo que ahora tenemos y lo que utilizamos para seguir sembrando bajo las enseñanzas de mi padre, sin químicos, solo usamos extractos hechos a base de ajo, ají, ortiga, hierba luisa, manzanilla, y desechos orgánicos que forman el compost”, indica Doña María.
Tanto el padre de Doña María como ella han compartido sus conocimientos con el resto de socios con el propósito de mejorar la producción y aumentar la clientela. La pandemia los afectó gravemente, no podían salir a vender, se dañaron los productos y tampoco podían encontrar plántulas para seguir con la siembra. Vecinos que conocían las casas y los huertos de los miembros de la asociación acudían a comprar lo que en ese momento había de cosecha, lo que no vendían compartían con sus amigos y familiares, muchos de los cuales se habían quedado sin empleo.
Doña María comenta que se dedicó a preparar atados de todas las hierbas medicinales que tenían en los huertos y los enviaba a las personas que posiblemente estaban contagiadas o que dieron positivo al Covid-19, para que se tomen infusiones de estas hierbas en las que ellas ponen toda su confianza.
Comenta que ellas presumen que además de la crisis económica, sus ventas han bajado debido a que en estos tiempos de cuarentena, no pocas personas y familias optaron por sembrar en sus casas los llamados “huertos urbanos”, están creciendo, muchos lo hicieron por la necesidad de consumir productos sanos y otros para distraerse del encierro.
Judith Flores Chamba, socióloga por la Universidad Central del Ecuador. Ha trabajado por años temas agrarios con énfasis en las mujeres rurales. Ella comenta que las mujeres que no eran productoras o que son más citadinas, durante la pandemia asumieron tareas de cuidado en general. «Hay que considerar que para las mujeres, sean productoras o no, la carga global de trabajo se incrementó de manera considerable, una de esas tareas fue mejorar la alimentación de ellas y sus familias, como una forma de mantener el cuerpo con más defensas en caso de infectarse del virus», dijo.
“Me parece que aumenta la producción orgánica, no tanto por distracción, sino como una tarea más de cuidado de la salud, porque no utilizan químicos, son productos sanos”, apuntó.
Las mujeres de esta Asociación esperan que las ventas mejoren y a pesar de la pandemia. El amor por la agricultura no las detiene, cada día deben acudir a los huertos, revisar como están las “camas y huachos” y verificar que las plagas no hagan de las suyas.
Muchas de sus integrantes sufrieron depresión debido al encierro y a la crisis económica que afecta a todos y por eso algunas familias optaron por realizar la olla comunitaria para aprovechar sus propios productos, apoyarse entre todos y que a nadie le falte un plato de comida, prácticas y costumbres de vida que no quieren que desaparezcan, al contario su deseo es que la agricultura orgánica se fortalezca y no se pierda y el principio de la solidaridad que siempre prevalece en quienes conocen y trabajan la tierra.
Es entendible que las personas de diferentes asociaciones sientan cuando no se les compra porque las otras mujeres se están proveyendo de los huertos de la casa, sin embargo, sería importante considerar que el incremento de lo que se llama agricultura urbana es bastante positivo. Si se logra mantener sería fundamental, ya que esto fortalece la soberanía alimentaria y la autonomía del mercado. “Imagínense en una situación tan complicada como la que hemos pasado, de confinamiento total, si no tuviéramos acceso a los productos orgánicos y agropecuarios, sería terrible”, afirmó la socióloga Judith Flores.
En estas tierras productivas se dan el maíz, las hortalizas, col, paiteña, cebolla blanca, cebolla puerro, perejil, culantro, apio, pimiento, hierbas medicinales, mellocos, papas y varias frutas, tomate riñón y varias frutas, entre otros.
Judith Flores hace una reflexión sobre las preocupaciones que ahora experimentan las compañeras de las asociaciones de productos orgánicos, pues ellas resienten su trabajo debido al incremento de los huertos urbanos; esto por el contrario podría ser una motivación importante para que la asociación o las asociaciones piensen en un paso más allá de la producción.
“Estoy pensando concretamente en la transformación de alimentos, si en lugar de que nos llegue una fruta, llega pulpa, por ejemplo. La soberanía alimentaria es un ciclo completo que va desde la producción hasta el consumo responsable, sin embargo hay muchos otros pasos como la transformación, la comercialización misma, e incluso el reciclaje final, en esa cadena deberíamos participar de manera más organizada hombres y mujeres, del campo y la ciudad”, afirma la experta.
Lilí Méndez, tiene 57 años y hace 6 fue diagnosticada con cáncer de tiroides. Desde ese tiempo consume productos orgánicos, siempre está en la búsqueda de ferias o huertos donde los pueda conseguir, pues ella asegura que consumir alimentos sanos ha sido parte fundamental de su recuperación. “El sabor es totalmente diferente, ya una se da cuenta si el producto es orgánico o no, yo estoy convencida de que una buena alimentación aumenta las defensas de nuestro cuerpo, mejora nuestra salud y nos llena de energía para cada día. Invito a todos a que consuman alimentos orgánicos, no solo si están enfermos, sino siempre”, señaló.
El consumo de alimentos saludables provenientes de la Madre Tierra aumenta considerablemente, es importante que el Estado de todo el apoyo y gestione las políticas públicas necesarias para que tanto asociaciones como los pequeños huertos en casa se fortalezcan, pues estás alternativas han proporcionado la alimentación que la población necesitó durante esta pandemia y se prevé que gracias a la Soberanía Alimentaria el planeta entero pueda alimentarse en el futuro.