Gabriel Santiago Galán
Licenciado en Ciencias Jurídicas y Abogado de las Cortes y Tribunales de Justicia por la PUCE. Especialista Superior en Tributación y Magister en Derecho con mención en Derecho Tributario por la Universidad Andina Simón Bolívar. Magister en Derecho Civil y Procesal Civil por la UTPL. Mediador acreditado (en Mediatores).
El Estado ecuatoriano ha transitado de un estado de derechos y justicia -si en algún momento lo fue- a un estado permanente de profunda incertidumbre. En éste, ya no importa lo que las instituciones, autoridades o gobernantes de turno hagan o digan… no importa si hacen bien o mal; ya nadie o muy pocos confían en ellos.
No importa siquiera lo que declare la Constitución o la ley porque existe una infinidad de lecturas e interpretaciones divulgadas por “sesudos analistas” en redes sociales. El significado de las palabras y el contexto de las proposiciones tampoco importan, porque al final siempre existe la manera de ajustarlas a las necesidades y morbo del momento. Por ello, todo resulta incierto.
¿Qué podemos hacer para recuperar la certidumbre? Necesitamos cambiar y convertirnos en agentes de cambio. Resulta indispensable educarse y no dejarse llevar por las opiniones viscerales e infundadas de las redes sociales. Éstas, si bien han permitido democratizar la opinión pública, han provocado también mucho daño. Las “opiniones” no informadas han patrocinado solamente la violencia y el resentimiento. La desinformación ha alimentado el desasosiego.
Por ello, debemos leer textos de calidad y fuente válida, no solo comentar o replicar cualquier enunciado en nuestras redes sociales. Ahora es sencillo porque Internet ha facilitado el acceso a todo tipo de documentos. Usemos las herramientas digitales para construir, no para destruir. Solo la comprensión integral del fenómeno social puede encaminar soluciones posibles a los problemas que nos atormentan, los planteamientos irreflexivos -convertidos muchas veces en tendencia- solo aúpan la incertidumbre e inestabilidad institucional.
Y en un mundo en manos, ya, de nuevas generaciones, solamente nos queda el deber moral de abrirles trecho a nuestros hijos con el ejemplo. No ejemplo para exaltarse irrazonablemente por lo que ocurre en nuestro país, sino ejemplo de respeto por las normas, el orden y la disciplina… ejemplo de honestidad y de esfuerzo personal. Estos valores y el conocimiento integral del fenómeno social serán la guía de las nuevas generaciones para dar solución a los problemas que nosotros no pudimos resolver precisamente por la deficiencia en ambos aspectos: vivimos un estado casi permanente de ausencia de valores y nos hemos dejado llevar por opiniones viscerales carentes de fundamento. (O)