Por Javier Cevallos
*Periodista con más de 22 años en el oficio. Ahora forma parte del Colectivo Periodismo Público.
Vivimos el día a día tan de prisa que no nos tomamos el tiempo necesario para reflexionar en lo verdaderamente importante.
Nos despertamos con el deseo consciente o inconsciente –y muy legítimo, por cierto- de conseguir los medios necesarios para el bienestar personal o de nuestras familias en medio de una coyuntura económica y social extremadamente compleja.
Entre un pensamiento y otro, entre una actividad y otra, el día acaba. Llega la noche y, al cerrar los ojos, viene hacia nosotros esa imaginación que nos presenta esa vida ideal que queremos y anhelamos; sin líos y con todos los problemas resueltos. Pero en la realidad la vida es un juego de retos y para afrontarlos nos proponemos metas u objetivos o terminamos por seguir los pasos de quienes nosotros consideramos un referente.
La semana anterior e incluso hasta hoy el tema en boca de la gran mayoría es Diego Maradona y todo lo que su muerte provocó. No es mi intención ahondar en el debate sobre la idolatría hacia su persona o en las críticas en relación con su vida privada.
Me motiva ahora buscar respuestas respecto a nuestros Maradonas. ¿En quién creemos? ¿Qué tan frágiles llegan a ser esos ídolos que construimos y seguimos ya sea en la política, deporte, religión, o en el arte?
Es un riesgo cuando ese anhelo legítimo de admirar a alguien o en algo trasciende al campo del fanatismo. Ese fanatismo que ciega, que anula toda posibilidad de raciocinio; que divide y enfrenta.
Ecuador ha experimentado de sobra esa polarización y niveles altísimos de intolerancia. O eres blanco o negro, o eres del A o del B, ¡no te metas, ni te atrevas a hablar mal de quien admiro o sigo!
Crea en quien quiera, apasiónese en lo que usted considere que valga la pena. Pero no haga de su verdad o creencia la única, ni la mejor. Uno, mil, cien mil, millones de pensamientos o sentimientos radicales exacerban ánimos y todos hemos sido testigos de cómo termina la cosa.
Que el único fanatismo que nos mueva sea el de no dañar a nadie. Que el Maradona que construyamos aporte en nuestra vida y nos motive a ser mejores padres e hijos, personas y ciudadanos, cumplidores de las normas, y respetuosas de la autoridad. (O)