Por Pablo Salgado J.
*Escritor y periodista
El mundo se sorprendió cuando, en 2017, nació el grupo MeToo, y varias reconocidas actrices que forman parte de la gran industria del cine denunciaron haber sufrido acoso, hostigamiento e incluso violaciones por parte de uno de las más grandes y “prestigiosos” productores de Hollywood, Harvey Weinstein. El mundo se sorprendió a pesar de que era un secreto a voces lo que sucedía no solo en la gran industria sino también en las pequeñas industrias de nuestros países. Las mujeres acosadas, dijeron que no se atrevían a denunciar por temor y miedo a sufrir represalias y a ser re-victimizadas. Weinstein fue condenado a 23 años de prisión.
A partir de estos juicios, una gran cantidad de mujeres vinculadas no solo al cine y el audiovisual sino a otros sectores de la cultura también denunciaron, en varios países, haber sufrido acoso sexual, maltratos, hostigamiento y discriminación por su condición de género. En el Ecuador, no se ha reproducido el grupo MeToo y son pocas las denuncias presentadas por acoso sexual en el sector cultural. Sin embargo, como sabemos, la violencia contra la mujer tiene cifras inadmisibles: 65 de cada 100 mujeres sufren violencia de género y en lo que va del año 2020, hasta noviembre, se han producido 103 femicidios.
De ahí que es oportuno destacar, y agradecer, a los gremios y asociaciones del audiovisual por haber trabajado en la elaboración de un Protocolo contra la violencia a la mujer en el audiovisual ecuatoriano. Un Protocolo no solo necesario sino urgente, y que debe ser de inmediato y fiel cumplimiento. Un Protocolo que además debe ser un ejemplo a seguir no solo para otros sectores de la cultura sino para toda la sociedad.
El Protocolo tiene un claro y gran objetivo: garantizar un ambiente de trabajo libre de acoso, hostigamiento y/o violencia de género en la producción de cine y audiovisual en Ecuador. Lograrlo no es tarea fácil, primero se requiere la firme decisión y voluntad para que en toda producción audiovisual se cumpla, sin excusas, el Protocolo, que ya está vigente y rige para todas las personas trabajadoras y entidades contratantes.
Para su elaboración, los gremios del audiovisual crearon una Comisión Autónoma, que trabajó durante 8 meses y contó con la asesoría legal de la Universidad San Francisco y el acompañamiento de ONU Mujeres y otros procesos similares en varios países, como Colombia y México. Una de las integrantes de la Comisión, la guionista Karina Villavicencio nos comentó que “fue un gran desafío trabajar en este protocolo y lo que se ha hecho es reaccionar a la violencia contra la mujer y, sobre todo, enviar un mensaje a todas las manifestaciones del arte: la violencia no va a ser tolerada.”
Efectivamente, esta iniciativa nació hace más de un año, cuando el Plan nacional del audiovisual, PANDA, que posee la mas completa base de datos del audiovisual ecuatoriano, realizó una investigación con encuestas y grupos focales, y determinó que 2 de cada 3 mujeres consideran que los espacios laborales del sector audiovisual son discriminatorios y machistas. Pablo Mogrovejo, de PANDA, nos dice: “Esta cifra tan contundente, nos lanzó a la necesidad de trabajar en un Protocolo para frenar esas practicas de violencia de género. Las condiciones laborales han sufrido un agravamiento, con racismos y prejuicios. Los gremios asumimos esa tarea, sin participación alguna de la institucionalidad pública. Por eso, este es un momento histórico para reparar. Y les decimos a las mujeres: estamos aquí con ustedes.”
PANDA nos recuerda que solo un 30.6% de quienes trabajan en el sector audiovisual del Ecuador son mujeres, lo que revela la discriminación que han sufrido tradicionalmente. Las cifras de la presencia de la mujer en la industria del cine son reveladoras. Así por ejemplo, en el cine español, el sector que más presencia de la mujer tiene es el del diseño y el vestuario, mientras que la proporción de mujeres en las películas de acción es solo del 27%. El porcentaje de líderes políticos interpretados por mujeres es del 11%. El número de mujeres operadoras de cámara en Hollywood por cada 100 hombres es de solo 5. Y el número de mujeres guionistas en Hollywood por cada 100 hombres es de 19. Y el porcentaje de mujeres directoras ganadoras de un Oscar, es de apenas el 1.08%.
El Protocolo, que fue presentado el pasado 29 de noviembre, crea una Institución Rectora que será la instancia encargada de vigilar y garantizar su cumplimiento, y está integrada por 5 personas en representación de los gremios y asociaciones audiovisuales y serán designadas mediante concurso de méritos. Y es esta Institución la que deberá investigar y resolver las denuncias que puedan presentarse; sancionar y, de ser el caso, presentarlo en las instancias legales correspondientes. Además, es la que debe proponer líneas de política pública, generar campañas comunicacionales, e incluso brindar ayuda, asistencia y acompañamiento a las víctimas de acoso.
El Protocolo define qué debemos entender por violencia y cuáles son los diferentes tipos de violencia; física, psicológica, sexual, económica, simbólica, política. También define los comportamientos que constituyen acoso. Y algo importante, se considera lugar de trabajo no solo al set de rodaje, sino a todos los espacios que estén vinculados a la producción.
En nuestro país, quienes más acoso sufren son las modelos y actrices en procesos de casting, ensayos y fotografía. De ahí que el contenido del Protocolo permite no solo establecer procedimientos para los procesos sancionatorios, sino sobre todo para prevenir. Una sección del articulado se refiere a los diferentes espacios para preproducción y producción; casting, ensayos, viajes, y hospedajes. Así mismo establece directrices para el rodaje de escenas íntimas y de alta vulnerabilidad. Y también se aborda un tema que es complejo y difícil, pero necesario, porque precisamente de las relaciones de autoridad y poder es de donde se derivan muchas acciones de acoso y discriminación.
Este Protocolo deberá ser asumido también por la producción televisiva nacional, no solo series y dramatizados sino programas de farándula, espectáculos e incluso deportes. Pero si en verdad queremos un país libre de violencia contra la mujer, los propietarios de estos medios de comunicación deberían reflexionar y repensar en los contenidos que, día a día, emiten y que, en un gran numero de casos, pregonan y normalizan el acoso, el maltrato, la discriminación y la violencia contra la mujer, los homosexuales, y personas GLBTI. Sabemos que los medios tradicionales de comunicación no son capaces de auto-regularse ni de cumplir sus propios códigos de ética. De ahí que ojalá este Protocolo pueda ser asumido, y respetado, por todo el sector audiovisual, sin excepciones.
Y es un ejemplo también para el sector público, que debe sumarse y acoger este Protocolo para que sea de obligatorio cumplimiento en todos los proyectos que sean financiados por el Estado. Sin duda, este Protocolo es un importante paso que debe estimular a que los otros sectores de la cultura, y de la sociedad, elaboren protocolos similares para prevenir y construir, al fin, espacios laborales libres de violencia y discriminación contra la mujer. (O)