Por Pablo Salgado J.
La respuesta casi unánime de rechazo que provocó la ofensa a Leonidas Iza en la emisión del programa de La Posta XXX emitido en TC es, quizá, lo más importante de este lamentable episodio. Un gran número de ciudadanos protestó airadamente en contra de la emisión de este espacio por instigar al odio y la violencia. Esta respuesta ciudadana nos demuestra que es necesario marcar límites y regular a los medios de comunicación.
Sin duda la televisión nacional es, en general, telebasura. De ahí que no resultaba extraño que un espacio como La Posta tenga cabida en la parrilla de programación de TC, a pesar de ser un medio incautado, es decir en manos del Estado.
La decisión de Guillermo Lasso que, en uno de sus primeros actos como presidente, derogó el Reglamento de la Ley Orgánica de Comunicación (con lo cual la Ley queda en indefensión); el discurso de que los medios de comunicación deben autorregularse, y el ascenso de Rafael Cuesta a la gerencia de TC crearon el clima adecuado para que los dos comunicadores-influencers (que no periodistas) se incorporen a la parrilla de dicho canal, en espacio estelar y señal abierta.
A pesar de que para muchos, por el historial de La Posta, no fue sorpresa los contenidos emitidos en este epacio, la ofensa al dirigente indígena generó indignación y rechazo, pues lo realizado es sencillamente inaceptable. Como su nombre lo indica -Posta XXX- no es periodismo; es un espacio para reproducir el chisme, el rumor, la burla y, lo que es peor, el insulto. Es un espacio para incitar al odio y denigrar al otro. Tampoco es mal periodismo; es un espacio para incitar la discriminación, el racismo y la violencia. Por tanto, debía ser retirado del aire, mas aun si se emite por un canal que se financia con dinero público. Todos sabemos que incitar al odio es un delito tipificado en el Código Orgánico Integral Penal, por lo que en esa instancia bien podría resolverse este hecho.
Otro aspecto importante es que, al menos para una gran parte de la ciudadanía, queda claro que debe haber siempre códigos de ética, principios deontológicos y normas de comunicación y convivencia social que deben respetarse y cumplirse. Y son precisamente esos códigos los que, en los últimos años, se han incumplido e irrespetado, de modo constante y permanente. En unos casos bajo el gran pretexto del perverso rating y de conseguir, como sea, un “like” o ser “trending topic” Y en otros casos bajo el gran paraguas de “combatir al correísmo” y “defender la libertad de expresión”. Estos falsos dilemas han producido mucho daño en el periodismo e incluso ha terminado afectando a quienes, con seriedad y ética, ejercen el periodismo de manera seria y responsable.
También queda claro que una cosa es ser irreverente y provocador y otra, muy distinta, es ser vulgar, patán o grosero. Una cosa es ser creativo y manejar el humor y la ironía con inteligencia. Y otra es ser burdo y torpe. Con este episodio queda aún más claro que La Posta no hace periodismo. Sus principales responsables son activistas políticos siempre dispuestos a ofender y a atacar a todos quienes no comulgan con sus ideas, sus postulados o sus posiciones políticas. Siempre fue un espacio al servicio de los intereses corporativos. Sus “investigaciones” son siempre filtraciones con sesgos ideológicos y políticos y siempre con dedicatoria. De ahí que este y otros espacios similares han tergiversado al verdadero periodismo de investigación. Todos sabemos que un mal periodismo o, como en este caso, un espacio disfrazado de periodismo carcome no solo a la sociedad sino a la democracia, atenta contra los valores y principios ciudadanos y contra los derechos a la información y la comunicación.
Hemos tenido la oportunidad de trabajar en los grandes medios de comuniación y, con certeza, podemos decir que los medios de comunicación ecuatorianos no están en capacidad de autorregularse, y ni siquiera de cumplir sus propios códigos de ética -cuando los tienen- y peor de ejercer un periodismo independiente de los poderes económicos o políticos. Todos sabemos, lo podemos verificar a diario, que los informativos responden a los intereses corporativos de sus propietarios.
Otro aspecto interesante de la respuesta ciudadana ha sido el llamar a un boicot a las empresas que financian La Posta. Es decir, la ciudadanía sabe que puede ejercer un poder, una presión social, para exigir que determinadas empresas no sean cómplices de espacios que atentan contra los derechos ciudadanos. Ese poder es no comprar los productos de los anunciantes. Además, en Ecuador, a pesar de que la Ley orgánica de comunicación lo exigía, no se han creado los defensores de las audiencias y los lectores. Este episodio deja también en evidencia su necesidad. La ciudadanía está huérfana y no hay quien proteja y garantice sus derechos.
No puede, de ninguna manera, el insulto y la ofensa convertirse en formas legítimas de expresión. No puede, la mentira -disfrazada de periodismo crítico- convertirse en arma de deslegitimación de las figuras públicas o de los actores sociales. También es cierto que, penosamente, y, sin medir las consecuencias, políticos y gremios han alentado y aplaudido a los dos influencers. Y no solo eso, sino que otros medios, digitales y tradicionales, para ganar audiencias han recurrido a imitarlos, a utilizar -dicen- la ironía y el sarcasmo. Como si ese fuera un requisito necesario para captar audiencias y asegurar likes. Es también la dictadura de las redes sociales convertidas, como ya lo advirtió Eco, en cloacas al servicio de idiotas.
Por principio me opongo a toda forma de prohibicion y censura. Pero este caso, repito, no es periodismo, es “trash show”(entretenimiento basura). De ahí que los ciudadanos tenemos el derecho a interponer las acciones que se consideren necesarias en defensa de nuestros derechos. El Ecuador no merece este tipo de espacios en sus medios públicos e incautados, merece una programacion que cumpla con mínimos principios eticos y de respeto. Ecuador necesita un periodismo de calidad, un periodismo crítico, y necesita medios públicos y privados que ejerzan la comunicación con responsabilidad.
Es también penosa e indignante la forma en que, el anterior gobierno atentó, desmanteló y destruyó los medios públicos. Y el permanente acoso, económico y social, a los medios comunitarios. Este hecho de La posta reafirma la necesidad de que Ecuador cuente con verdaderos medios públicos, sólidos e independientes del gobierno de turno, que respondan a las necesidades e intereses de la ciudadanía.
A pesar del rechazo generalizado los dos influencers apenas si esbozaron unas tibias, y falsas, disculpas. Saben que son tendencia y eso les da pauta. De ahí que, manifestaron expresamente que no pueden cumplir códigos de ética y prefieren retirarse. La Secom y el Gobierno de Lasso saben que la permanencia de este espacio en TC pone en riesgo la desregulación y su reforma a la Ley Orgánica de Comunicación.
Que de este penoso hecho nos queden lecciones aprendidas. Que la Asamblea nacional cuando trate la reforma a la Ley de comunicación, remitida por el ejecutivo, refuerce los derechos, regule en forma rigurosa a los medios de comunicación y se proteja a las audiencias.
Finalmente, es hora de volver a decir: no más tele basura. No mas programas, en medios tradicionales o digitales, que inciten al odio y la violencia. No más programas sexistas y discriminatorios. No más espacios que atenten contra las minorías y las nacionalidades y contra los derechos humanos de los ecuatorianos.