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El Alfa, de Guápulo a Bruselas

Pablo Salgado periodista y es escritor

Por Pablo Salgado J. * (Periodista y escritor)

Al Alfa siempre lo recuerdo alegre, dicharachero y con su cabello ensortijado y al viento. Entonces combinaba la escritura con el teatro.  Llegamos juntos al taller literario que coordinaba Miguel Donoso Pareja. Eso, obviamente, nos juntó aún más. Las sesiones de taller eran intensas y, en ocasiones, interminables. El que tus textos, trabajados con tanto cariño, sean sometidos a una implacable disección por todos los talleristas y el coordinador, no era una tarea fácil de asumir.  Y no todos podían resistir esa crítica, siempre argumentada, y abandonaban el taller. La gran capacidad y el enorme conocimiento que el coordinador tenía para entender no solo cada texto sino a cada novel escritor, es la gran diferencia con otros talleres; de antes y de ahora. Esa sabiduría convertía a cada sesión en un inigualable espacio de constante aprendizaje. Al final, lo sabemos, un taller no te hace escritor, sino que te entrega las herramientas para escribir mejor. Con el paso de los años, vemos los resultados. Y en el caso de Miguel, son fabulosos. Basta mirar los nombres de escritores que, en México y Ecuador, han consolidado una reconocida trayectoria literaria. Es el caso de Alfredo Noriega.

Acaba de publicar en Cactus Pink su nuevo libro, al que tituló “Bruselas”, ciudad en la que el autor vivió durante cinco años.  Es un libro de cuentos, escritos desde el 2015 y que, efectivamente, tienen como escenario común a la capital belga. El libro en verdad nació cuando le pidieron, desde la editorial francesa Asphalte, un texto para la antología “Bruselles Noir”. Entonces escribió el cuento Ecuador: “Quise hacerle un guiño a Michaux, y su relación con Ecuador. La literatura nos permite crear lazos y conexiones. Mi idea era crear esa conexión  entre Ecuador y Bélgica y fue gracias a la cantidad de migrantes ecuatorianos que yo encontré en Bruselas.”

No es extraño que un autor transite entre el cuento y la novela. No es extraño al menos en América Latina. Su libro anterior fue una novela, “Guápulo”, publicada también por Cactus Pink.  El propio Alfredo nos dice: “Paso muy facilmente de un género a otro. El cuento Ecuador, por ejemplo, fue escrito hace 5 años, y luego me puse a escribir la novela Guápulo. Y luego retorné al cuento. Vas a la novela y luego vuelves. El cuento te permite un trabajo esporádico. En el caso de este libro Bruselas, unos cuentos los escribí mucho antes y otros dos cuentos los escribí en los útlimos seis meses.”

Alfredo ya no hace teatro, lo abandonó hace muchos años. Aunque cuando llegó a París, el hacer títeres en el metro se convirtió en su fuente de ingresos para vivir y  para ubicarse en una ciudad cosmopolita, pero ajena y pomposa.  Si, porque apenas terminó el taller con Miguel Donoso decidió marcharse a Francia. Eran los duros y siniestros años del gobierno de Febres Cordero, marcados por la persecución y el miedo.  Era mejor, junto a su compañera de vida de entonces, migrar a Europa. Y ya son 35 años. Vuelve en los veranos para seguir conectado con su país, su familia, sus amigos. Pero también con los paisajes, los olores, los colores. Y el trato de la gente; sus sonrisas, sus abrazos, sus formas de hablar y expresarse.

Ahora vive en Kardiff, Reino Unido, aunque trabaja en París. A pesar de ello,  su literatura está siempre ubicada en el Ecuador; sus escenarios, sus personajes, su forma de narrar, el habla tan quiteño que permanece impregnado en cada página. En este libro -Bruselas- conviven los escenarios europeos -las calles, las plazas, las cafeterías-  con los escenarios quiteños. Es un viaje constante. Un ir y venir. Personajes marcadamente europeos que cohabitan con personajes marcadamente ecuatorianos. Así ha sido la vida de Alfredo, y así es su literatura.  Esta dualidad, sin embargo, genera conflictos no solo vivenciales sino también estéticos, literarios, como lo reconoce el propio autor:   “En cierta medida, soy muy francés; estoy allá ya 35 años, nunca he trabajo en Ecuador, mis hijos nacieron allá, etc. Pero en términos literarios me siento muy latinoamericano, muy ecuatoriano, y apegado a esta realidad.  Por ello, para mi es muy importante el Ecuador. Sin embargo, desde hace mucho tiempo me viene la necesidad  de situar mis escenarios en el lugar en el cual vivo”.

En “Bruselas” hay un homenaje a sus lecturas, sobre todo  a las de antes, como Rayuela, Viva la música, El Túnel, o Henry Black. Y a esos autores, Cortázar, Sábato, Donoso Pareja, Caicedo, que marcaron sus lecturas en aquellos años de formación y aprendizaje y le dejaron una huella profunda. Y que, pese a los años, siguen vigentes y siguen leyéndose. Son siete cuentos que se dejan leer con soltura, que fluyen y que a los lectores nos mantienen atentos y alertas. Casi todos con finales abiertos, de aquellos que permiten, e invitan, al lector a cerrarlos. La sintaxis de los personajes está bien hilvanada, son creíbles y caminan con soltura por los diversos escenarios, ya  sea en Quito o en Bruselas. La muerte es un hilo común de los cuentos; la muerte y, por tanto, el nacimiento. Y la soledad y la enfermedad -el cáncer- que también, desde la muerte de su hijo Julián siempre están presentes en su narrativa. Cuentos que evocan las relaciones de pareja, sus  encuentros y rompimientos; y al final, la soledad. Y el volver a comenzar, en otros lugares, en otras ciudades.

Al hablar de Europa, Alfa no olculta su preocupación por lo que sucede con los movimientos de extrema derecha y grupos neo nazis: “Hay que militar contra la ultraderecha, es importante tener una posición que defienda los derechos y las libertades de las personas. En Francia existen unas instituciones fuertes y muy democráticas que impiden por ejemplo el racismo; no puedes insultar a otra persona, puedes incluso ir preso. Han existido varios casos de racismo, xenofobia, homofobia. De ahí que ahora mismo hay una discusión sobre estos insultos en redes sociales.  Pero este resurgimiento de la extrema derecha es una tragedia para la humanidad. Recordemos además que el Brexit fue conducido, en gran medida, por la ultraderecha, y es un desastre para Gran Bretaña”.

En este viaje, el primero con pandemia, Alfa visitó a su madre en Playas y recuperó, de entrada, el calor humano que genera un encuentro, o reencuentro; un saludo, una mirada o una sonrisa, pero sobre todo recuperó los abrazos. Por ello, al final, en medio de los temores y el distanciamiento obligatorio que nos impide acercarnos como siempre, le pregunto: ¿cómo has encontrado al Ecuador? Y sin más me responde:  “Yo siempre los encuentro hermosos. Tengo ese lado emotivo: la gente es bien conversona, es cheverísima y me sigue sorprendiendo porque la gente se te entrega, es abierta y agradable, incluso chistosa.  Por otro lado, también aquí se sufre mucho. ¡Cómo la gente puede soportar tanta violencia, tanta estupidez, tanta falta de empatía! Siento que hay mucha tensión, la pandemia no ha ayudado nada. El Estado tampoco. En Francia el trato a los artistas es impresionante; han recibido ayudas directas por parte del Estado.  En Ecuador no”. Y tiene razón, es penoso y lamentable el abandono que han sufrido los artistas, y todos los ecuatorianos.

Las restricciones continúan y los aforos para los espacios culturales siguen reducidos. A pesar de esto, Alfredo no quería dejar de presentar públicamente su libro.  Y tiene razón. Presentarlo es  volver a leer el libro pero con la perspectiva y la mirada de los otros. Y si, también es volver a juntarse con los amigos y colegas. Aunque esta vez con mascarillas. Pero no importa. Lo fundamental es estar juntos, cercanos aunque con distanciamiento.  Y volver a conversar, y hacerlo con ese hablar quiteño, con el que se expresan los personajes de sus cuentos. Ese mismo hablar que, a pesar de los 35 años fuera, Alfa no ha perdido. Apenas si ha perdido su cabello ensortijado.

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