Siempre imaginé el paraiso como una especie de biblioteca.
Borges.
Por Pablo Salgado (Periodista y escritor)
Qué bueno es constatar que el proceso de renovación y cambio emprendido en la Casa de la Cultura Ecuatoriana ya está generando algunos frutos, tanto en la Sede Nacional como en el Núcleo de Pichincha. Los nuevos funcionarios han asumido el reto y han iniciado importantes procesos de transformación. Uno de ellos es la creación de la Red de bibliotecas de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Su implementación estará a cargo de Tanya Benitez, flamante Directora de la Biblioteca de la Casa de la Cultura. Tanya tiene una amplia experiencia en proyectos de fomento del libro y la lectura. Junto a Giovanny Pangol han desarrollado varios proyectos en distintas provincias del país. Pero sobre todo, Tanya tiene un profundo amor por la mediación lectora y una firme convicción que el libro y la lectura son elementos imprescindibles en la construcción de un Ecuador mas equitativo y justo.
Una de las primeras iniciativas de Tanya Benítez fue convocar a un encuentro nacional al que denominó: “Bibliotecas transgresoras, espacios de libertad”, y en el cual participaron bibliotecarias, mediadores, y gestores culturales vinculados con el libro y las bibliotecas. El nombre del encuentro ya denota la intención no solo de renovar las bibliotecas sino de adoptar procesos transgresores que, al fin, vinculen a esos espacios de libertad, que son las bibliotecas, con la comunidad; con los ciudadanos y ciudadanas.
Las bibliotecas, sabemos, no son únicamente aquellos espacios silenciosos y solemnes. No, hoy son espacios de encuentro; espacios virtuales, y presenciales, de innovación y conocimiento. Y, por supuesto, son también espacios lúdicos, de mediación lectora. Y esta será la gran tarea de la nueva administración: bibliotecas renovadas, y articuldas, en los núcleos provinciales. Para ello se requiere presupuestos, personal y decisión.
Esta iniciativa de la Biblioteca de la Casa de la Cultura Ecuatoriana tiene un enorme valor. No solo por la voluntad política de las nuevas autoridades de la Casa para implementar su Red de bibliotecas, sino porque su gestión tiene, al fin, una mirada nacional y, sobre todo, integradora.
Como sabemos, el Ecuador es uno de los países con menos índices de lectura en la región. No tenemos cifras oficiales, recién se está realizando -a través de FLACSO- una encuesta de hábitos de lectura. Sin embargo, se estima que en el país apenas el 0.3 % de la población lee en una biblioteca y solo el 6,6% de unidades educativas públicas cuentan con una biblioteca. Cifras desoladoras. Además, Ecuador es el único país de la región que no tiene, en ejecución, un Plan Nacional de fomento del libro y la lectura, y lo que parece increible, no tiene un Sistema Nacional de Bibliotecas públicas. Y no lo tiene a pesar que es un mandato de la Ley orgánica de cultura y patrimonio, vigente desde diciembre de 2016.
Efectivamente, en su artículo 40 la Ley orgánica establece un mandato claro y expreso: “la creación de la Red nacional de bibliotecas que estará presidida por la Biblioteca Nacional y estará integrada por las bibliotecas públicas, las bibliotecas escolares, universitarias, especializadas e históricas, ya sea que se encuentren administradas por el gobierno nacional, los Gads, las de régimen especial, las universidades, la iglesia, las comunidades y las personas naturales o jurídicas de derecho privado que voluntariamente quieran ser parte de la Red.”
Pero lamenteblemente no ha sido así. El Ministerio de cultura y patrimonio ha sido incapaz de cumplir la Ley y crear la Red de biobliotecas públicas. Como sabemos, estos cinco años de vigencia de la ley -en los gobiernos de Lenín Moreno y Guillermo Lasso- se han caracterizado por el casi absoluto incumplimiento a sus mandatos, y por los permanentes recortes a los presupuesos de las instituciones de cultura.
No solo que no tenemos una Red de bibliotecas, sino que ya casi no tenemos bibliotecas. El hecho de que solo el 6.6% de las unidades educativas públicas tenga una biblioteca, revela la indolencia y el quemeimportismo del Estado respecto a la situación del libro y la lectura. Y no solo eso, sino que -para vergüenza de todos- cada año tenemos menos bibliotecas y menos bibliotecarios. Cada vez que un bibliotecario se jubila, desaparece una biblioteca. Triste y vergonsoza realidad.
Es lo que sucede en Quito. Hace solo dos años, la Red Metropolitana tenía 27 bibliotecas; pero hoy ya solo quedan 7. Si, solo 7. Han desaparecido conforme se han jubilado sus bibliotecarios y conforme su pírrico presupuesto se ha ido reduciendo. Aunque parezca mentira, en este año -2021-la Red Metropolitana tiene apenas 50 mil dólares de presupuesto.
En su artículo 41, la Ley orgánica de cultura establece expresamente que: “el Ente rector dictará la política pública para la gestión y desarrollo de las bibliotecas”. Otro incumplimiento por parte del Ministerio de cultura y patrimonio. No ha generado líneas de política pública para las bibliotecas del país y tampoco para el fomento del libro y la lectura. Es más, el próximo mes de diciembre termina ya el proyecto plurianual de 4 años del Plan nacional de promoción del libro. Luego de cuatro años, podemos decir, con dolor, que lamentablemente ha sido un gran fracaso. Suena duro, pero es cierto.
En contraparte con la gestión pública, hay en el Ecuador numerosas, valiosas y creativas iniciativas de bibliotecas populares y comunitarias que surgen desde el amor por el libro y la lectura. Por ejemplo, la misma Casa de la cultura, y su núcleo de Azuay, está implementando bibliotecas y actividades de fomento a la lectua en los cantones y parroquias rurales. O la Bibliomashca, en Latacunga, que siembra libros en las comunidades de la provincia. O el Bibliobus de el Centro Comercial El Recreo. O la Biblioteca Ambulante de la Fundación Cecilia Rivadeneira que recorre los barrios y cantones de Quito. O el mismo proyecto de Tanya y Giovani Pangol que permite a los niños de las comunidades rurales de Tungurahua acceder, entusiasmados, a los libros. Y tantas otras iniciativas, como Casa Palabra, que han permitido mantenver vivo el interés por el libro y la lectura.
También debemos destacar el trabajo que las universidades han realizado en sus bibliotecas. Casi todas las universidades, públicas y privadas, han renovado y restaurado -como la Universidad Central- sus bibliotecas y están en mágníficas condiciones, cuentan con un presupuestos para adquisiciones y, además, con personal calificado.
La pandemia, y el confinamiento, nos mostraron que la cultura y el libro son elementos escenciales, en especial para la salud mental de las personas. Así lo entendieron muchos países. Menos el Ecuador.
En España, por citar un ejemplo, se implementó en la pandemia la Red de bibliotecas hospitalarias. Son ya 53 bibliotecas instaladas en los hospitales de España. Bibliotecas que permiten distribuir libros entre los pacientes. Esto es lo que debemos hacer aquí, porque también debemos entender que LA LECTURA, CURA. Son acciones a través de las cuales las bibliotecas cumplen su rol de agentes que contribuyen a mejorar la calidad de vida de la población. Las bibliotecas son también agentes transformadores y, en estos tiempos, agentes sanadores.
Finalmente, es necesirio que las autoridades gubernamentales entiendan que es necesario, y urgente, inundar el país de libros. Es urgente cumplir la Ley orgánica e implementar el Sistema nacional de bibliotecas y reivindicar el rol de los bibliotecarios en el sistema educativo. Mas aún en momentos de profunda crisis económica, social y de inseguridad que vive el país.
El Ecuador no necesita ser militarizado. El Ecuador no necesita armas. El Ecuador no necesita declaratorias de estados de excepción. No. El Ecuador necesita generar empleo y políticas sociales que reduzcan la pobreza creciente. Y el Ecuador necesita libros. Presidente Lasso, que los barrios se llenen de bibliotecas y no de militares. Ministra de cultura, el país no requiere más armas, requiere mas libros.