Por Pablo Salgado J.
Este 2022 conmemoramos el Bicentenario de nuestra Independencia. Y es necesario celebrarlo, sobre todo ahora cuando los derechos y las libertades se han visto restringidas por las políticas neoliberales, lo que, junto a la pandemia, ha profundizado la desigualdad y la inequidad. Hay que celebrarlo para volver a generar procesos que nos permitan no solo reflexionar sobre lo que han significado los 200 años de vida republicana, sino para determinar si aquellas luchas populares se transformaron, efectivamente, en ejercicios ciudadanos de derechos y libertades.
Recordemos que el Ecuador conmemoró alborozado dos Centenarios, el de la gesta de los Héroes del 10 de agosto, y el de la Independencia. El gobierno de Eloy Alfaro entendió que debía ser una gran celebración. Por todo lo alto. Y se propuso celebrar no solo la independencia de Ecuador sino de Sudamérica. Para ello, destinó importantes recursos económicos, al igual que varios gobiernos locales, Quito, Guayaquil y Cuenca, entre otros. Se estructuró una nutrida programación de eventos y actividades, desde bailes populares hasta galas de Opera.
Dos fueron los hechos más significativos de estas celebraciones centenarias; la construcción del Monumento a la Independencia en la Plaza Grande, y la realización de una gran Exposición Universal, como ya la habían realizado otras ciudades del mundo, como París, Nueva York o Roma. Aunque no faltaron, como hoy, las voces que se opusieron frenéticamente a la celebración.
En el primer caso, el Monumento a la Independencia, o a los Héroes del 10 de agosto, se lo inauguró en 1906. Y reemplazó a un monumento a la Reina Isabel la Católica, como una alegoría del Descubrimiento de América, que se encontraba en la Plaza Grande. Para su construcción, se creó un fondo especial con el 1% sobre las rentas de las municipalidades durante 5 años. Se seleccionó una propuesta de la empresa L. Durini & Hijo. El monumento se elaboró en Italia, en bronce, está inspirado en las columnas romanas, tiene 17,40 metros de alto y un león herido en su base que representa a la vencida corona española. Desde entonces, la plaza pasó a llamarse de La Independencia.
Y en el segundo caso, la realización de la gran Exposición Universal, en la cual el presidente Alfaro quería presentar el Ecuador al mundo como una nación próspera y en franco desarrollo. Para acogerla, se construyó el Palacio de la Exposición, en La Recoleta. Un pabellón central y siete pabellones aledaños para recibir a cada uno de los países que confirmaron su asistencia: Estados Unidos, España, Italia, Japón, Chile, Colombia y Perú. Además de una Feria exposición nacional con la presencia de todas las provincias del país. En el pabellón central se colocó un enorme Cóndor con sus alas desplegadas.
A final de la Exposición, se desató una polémica para determinar a que manos pasarían las edificaciones. Finalmente fueron transferidas a la Escuela Militar y son las que ahora ocupa el Ministerio de Defensa, en La Recoleta.
Este recorderis nos permite preguntarnos ¿Cuál será la obra que el Bicentenario dejará para el siguiente siglo? O al gobierno central no le interesa conmemorar, y reflexionar, sobre el proceso independentista y la vigencia de los derechos y las libertades?
El Municipio de Quito y el Gobierno de la provincia de Pichincha han anunciado ya su programa de celebraciones. En los dos casos, coinciden en que no se trata de conmemorar un hecho, la Batalla de Pichincha, sino de asumir, precisamente, un proceso de reflexión, de miradas críticas y de repensar el proceso independentista.
En el caso del Municipio capitalino, se constituyó un Comité Ejecutivo Bicentenario, integrado por varias instancias municipales, que la preside la delegada del Alcalde, la concejal Luz Elena Coloma. La Secretaría de Cultura, a través de una Coordinación técnica, es la encargada de la ejecución de los diversos proyectos relacionados con la conmemoración del Bicentenario. El presupuesto destinado a la Secretaría de Cultura para esta celebración asciende a 4 millones 210 mil dólares. Además, como ha explicado el Secretario Juan Martín Cueva, las otras Secretarías, Institutos, empresas y las zonales también tendrán presupuestos para conmemorar el Bicentenario.
De su parte, el Gobierno de Pichincha anunció que destinará 1 millón 500 mil dólares a la conmemoración del Bicentenario. De los cuales, 480 mil serán para la creación e instalación de un mural, de 600 metros cuadrados en cerámica policromada; un proyecto de artes escénicas con 12 agrupaciones teatrales; y otros proyectos como un concurso y festival de música, encuentros de historiadores, una radionovela, material trasmedia, talleres y encuentros diversos en las parroquias de la provincia, entre otros.
En verdad es un mínimo presupuesto para la conmemoración del bicentenario. Pequeña cantidad, como pequeños son los presupuestos para la cultura. A pesar de esto, como en su día con Alfaro, también se han levantado ciertas voces de protesta porque se destinan esos recursos a un mural y a proyectos culturales. Es el argumento de siempre, “hay otras prioridades.” Como si la cultura no fuera una prioridad. Y lo que es peor, algunos incluso hablan de “despilfarro.” De ahí que es necesario no solo defender los presupuestos para la cultura sino exigir su incremento. Si un país quiere, en verdad, que sus ciudadanos puedan ejercer sus derechos y sus libertades, debe otorgar presupuestos dignos para la educación y la cultura. La cultura no es un accesorio prescindible, no. Ni es un elemento decorativo. La cultura es parte fundamental de la vida cotidiana y, además, es un elemento vital para la democracia.
El director de cultura del Gobierno de Pichincha, Cristian Pinos, afirmó que el programa que se ha propuesto “no se limitará a eventos esporádicos, sino que permitirá al Gobierno de Pichincha liderar un proceso de reflexión y de empoderamiento ciudadano en relación a los eventos que han marcado el devenir histórico de nuestro territorio.” En relación al mural encargado al artista Pavel Egüez, Pinos dijo que “Será una obra emblemática, pues queremos un mural que pueda perdurar en el tiempo y que se convertirá en una obra patrimonial con un alto valor simbólico.”
Ecuador tiene tradición en la elaboración de murales. De ahí que hoy podemos contemplar los murales de nuestros grandes artistas que se exiben en espacios públicos, sobre todo de Quito y Guayaquil: Guayasamín, Jaime Andrade, Rendón Seminario, Eduardo Kingman, Galo Galecio, entre otros. Murales que, en su momento, también generaron polémica, sino basta recordar los murales de Guayasamín en la Universidad Central y, sobre todo, en la Asamblea Nacional. Murales que, en su mayoría, han sido financiados con recursos públicos. Siempre es saludable una polémica, un debate, una discusión en torno a una obra artística. Sin embargo, en este caso se han dado furibundos ataques a partir de posturas políticas e ideolgógicas. Y lo que es peor, desde el odio. Se trata de atacar a la autoridad provincial por su militancia política y no de debatir sobre una obra que, además, se desconoce. Lamentable. Ojalá se puedan, a futuro, generar espacios de debate que tanta falta le hacen a la cultura del país.
Un aspecto importante es que, al decir de Juan M. Cueva, “la agenda del bicentenario está concebida como una oportunidad para articular un plan de reactivación económica para el sector de la cultura,” tan golpeado y tan abandonado. Por ello, añade Cueva, “está previsto que el 38% del presupuesto se invierta en la Red de espacios culturales que incluye a las bibliotecas del distrito metropolitano. Y el 62% se ejecutará a través de convocatorias públicas e iniciativas ciudadanas que han sido presentadas en diversas instancias municipales.”
También se intervendrán diversos espacios de la ciudad a través del Instituto Metropolitano de Patrimonio y la Empresa de Obras Públicas. Por ejemplo, adelantó Cueva, se recuperará la zona de La Mariscal, hoy tremendamente deprimida y peligrosa. Y se activarán espacios ligados a las luchas libertarias como una forma de recuperar nuestra memoria histórica.
La publicación de libros, ya sean novelas, ensayos e investigaciones históricas, será también parte de la conmemoración. Tanto la Prefectura como el Municipio editarán colecciones dedicadas al bicentenario. De hecho, el Instituto Metropolitano de Patrimonio ya publicó, en coedición con Eskeletra, la novela de Felipe Vega de la Cuadra, “La libertad que no llega.”
Así, nos espera un año muy activo e intenso en actividades culturales y patrimoniales. En buena hora. Que sea la cultura la herramienta para reencontrarnos en una ciudad que clama por volver a ser una capital escencialmente cultural.
No son buenos tiempos para Quito, en la última década se han ahondado sus problemas con altos índices de pobreza, desempleo e inseguridad. Y además sin liderazgos, ni planificación. De ahí que la celebración del Bicentenario puede ser, efectivamente, una gran oportunidad para reactivar la economía, dinamizar el turismo y, sobre todo, recuperar el orgullo, el sentido de pertenencia y la valentía para volver a ser, como hace 200 años, la Luz de América.