Una noche de domingo y lluvia en el 2003 preparaba un rollo de sushi para un huésped que disfrutaba conocer las ciudades de Sudamérica a través de sus mercados, donde confluyen todas las caras y colores de los países. Yo, un quiteño orgulloso de su ciudad, le recomendaba qué comer y cómo cuidarse, eso sí, sin olvidar de saborear las cosas finas y un hornado con cuero crocante.
Esa postal va quedando solo en recuerdos porque los mercados de Quito, 20 años después, están cerca a desaparecer rápidamente frente a la mirada de todos. No hay exageración, las condiciones han cambiado para las dueñas de los puestos en mercados, muchas de ellas no volvieron luego de la pandemia y por las bajas ventas, sostener un puesto 7 días a la semana, ya no es un negocio rentable.
Los puestos en los mercados, en su inmensa mayoría, son atendidos por mujeres quienes pudieron dar educación universitaria a sus hijas y ellas o ellos, ya no tienen en sus planes hacerse cargo de estos espacios.
Mantuvimos un diálogo con Patricia Gordón, una de la principales lideresas y representantes del Mercado Central de Quito, nos comenta que “hoy existe una crisis general en todos los mercados y ferias” y que las autoridades no han atendido varios problemas que se agravan cada año, como por ejemplo, las ventas ambulantes y negocios que no respetan las ordenanzas municipales sobre competencia desleal que, entre otros, establece la prohibición de ubicarse a 500 metros cerca de mercados pero que sin embargo lo hacen.
Patricia también nos dice que hoy ya son 12 los puestos vacantes que hay en el Mercado Central, similar problema se registra en el mercado de La Floresta, donde media infraestructura está vacía.
“En Quito ya no hay mercados porque la ciudad es un mercado”, asegura Patricia quien dice además que la gente inunda las veredas de ventas de alimentos de manera informal.
“Antes, las familias venían a comer y a comprar, pero la inseguridad y la incertidumbre económica que los ciudadanos viven, se nota en la dinámica de todos los días”, añadió.
Otra amenaza es la expansión de los supermercados que, con sus tiendas de barrio o versiones express, han captado más clientes porque además de ofrecer más servicios, tienen incluso mejores precios por su capacidad de compra y bodegaje respecto a los sitios populares.
Patricia Gordón hace un análisis adicional y nos manifiesta su autocritica: “Nosotros no tenemos parqueaderos, seguridad y sobre todo no tenemos el presupuesto de marketing para invertir y promocionar, la gente además necesita pagar con tarjeta para no arriesgar su dinero en efectivo”.
“Lo que un supermercado no tiene es la calidez que hay en los mercados populares, nosotros conocemos al cliente, sus gustos e incluso sus historias personales. Antes se encontraban familias y hoy extrañan la calidez que recibían, eso nos distingue”, aseguró.
En la página web de la Dirección de Mercados, Ferias y Plataformas de la Agencia de Coordinación Distrital del Comercio del DMQ, se encuentra poca información útil, solo se puede rescatar la convocatoria a ocupar decenas de puestos vacantes en el sur, pero no se conoce ni sus autoridades y mucho menos planes concretos.
En esa página web municipal, absurdamente no hay fotografías ni direcciones de los mercados, tampoco sus actividades o precios.
Los mercados populares necesitan cambiar para sobrevivir, requieren urgentemente un modelo de gestión empresarial dirigido a competir en servicios, atención al cliente, calidad y precios, quizás sea el tiempo de especializar a algunos mercados. Recuerdo haber tenido una reunión para especializar al mercado de La Floresta como un lugar dedicado enteramente al café y cacao, que convoque a productores, compradores al por mayor y menor, donde se realicen catas de café, clases de chocolatería de barismo y de paso, volverlo en un destino de gastro-turismo.
Es urgente romper las mafias familiares y sus privilegios dentro de los mercados activos y, de esta manera, atraer a nuevas ofertas culinarias donde, además, haya eventos gastronómicos, ferias de productores y no solo de intermediarios, abrir espacios para expresiones culturales de todo tipo o hasta la misa del domingo.
Sobre todo, en algunos mercados se podría implementar comedores sociales para ciudadanos en inseguridad alimentaria, los mercados pueden diversificar sus servicios para que los vecinos de los barrios se puedan reunir en ellos para volver a generar comunidad y sostener y preservar esos espacios que son parte de la identidad quiteña.
Patricia Gordón no pierde la esperanza de mantener vivo a su mercado con la gestión de sus miembros, pero también, con acciones concretas, presupuestos razonables y políticas públicas claras desde la nueva administración municipal de Quito y la prefecta de Pichincha reelecta para un segundo periodo.
Claramente, no basta con las decisiones de las autoridades sino también que los ciudadanos asumamos la responsabilidad de involucrarnos, comprometernos a sostener lo que decimos querer.
Los mercados están abiertos, démosles vida con nuestra presencia.