Verónica Herrera
Ingeniera en Gestión Turística y Medio Ambiente. Máster en Intervención Social en las Sociedades del Conocimiento. Especialista en Turismo
Durante los últimos días el aumento de casos de COVID-19 han ido en alza en Quito y Guayaquil. Aparentemente, este es el resultado de las reuniones por fiestas de Navidad y Fin de Año, reuniones que en algunos casos fueron solo entre grupos familiares.
Ahora, esta es la muestra de que, aunque se prohíban las reuniones, las salidas o los viajes; las personas tenemos el imperativo deseo de seguir con nuestra vida normal en una nueva normalidad.
Tenemos ejemplos alrededor del mundo donde la gente sigue con su vida manteniendo las medidas de bioseguridad para evitar volver a tener una ola de contagios. Vimos, algunos con envidia, como en Wuhan en diciembre festejaban el Año Nuevo en grupo y la mayoría de las personas ya no usaban mascarilla. Si en el epicentro de la pandemia ya están retomando su vida, ¿qué falta en nosotros para poder alcanzar la ansiada normalidad? Y la respuesta es muy sencilla: DISCIPLINA.
Disciplina para entender el respeto a los dos metros de distancia en una fila, para llevar la mascarilla correctamente, lavarse las manos constantemente, respetar el aforo que se indica fuera de los locales comerciales, pero sobre todo entender que de mi disciplina depende la salud de mis seres queridos.
Una de nuestras características ecuatorianas es la viveza criolla gracias a la cual logré reunirme con mis amigos en navidad y fin de año a pesar de las restricciones o logré hacer mi fiesta con más del número de asistentes permitido. Esa viveza criolla nos está pasando factura y es que es imposible para nosotros como ciudadanos seguir reglas que son tan simples y, en estos momentos de pandemia, totalmente necesarias.
¿Queremos volver a tener una vida normal? Pues empecemos a seguir las reglas de bioseguridad. Volver a esa libertad tan ansiada está en nuestras manos, seamos disciplinados, empecemos por convertirnos en mejores ciudadanos.