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Artistas en Ecuador, entre la desvalorización y la pandemia

La cultura pareciera que sigue siendo la última rueda del coche en Ecuador.

La activación musical protagonizada por los integrantes de la Fundación Teatro Nacional Sucre (FTNS) evidenció el talón de Aquiles de las políticas públicas en materia cultural y la situación que afrontan quienes hacen arte en el país.

Según estimados, en el presupuesto de esa institución cultural para el año 2021 habrá un recorte del 40%, lo cual dispara las alarmas y vislumbra una ronda despidos masivos.

Esta es una situación que impacta no solo a los elencos culturales, sino también al personal adjunto, como los integrantes de las áreas de producción, administración, comunicación y técnica.

Pero esto se repite en el resto del país, lo que pone en riesgo la perdurabilidad de las instituciones y de las tradiciones más genuinas de la nación. La cultura pareciera que sigue siendo la última rueda del coche en Ecuador. Una evidencia es el desfile de ministros en los últimos 15 años. Solo una estuvo durante tres años en las dos últimas administraciones.

Periodismo Público consultó a varios artistas sobre esta problemática, quienes coincidieron en que el Estado ecuatoriano debe asumir el mantenimiento de las instituciones culturales y el salario de los artistas, muchos de quienes ya viven en condiciones precarias.

«Tenemos varios de nuestros compañeros que reciben al mes $ 100 y $ 150   y son casos lamentablemente muy críticos», señaló María Fernanda Argoti, cantante del Coro Mixto Ciudad de Quito, perteneciente a la FTNS.

Indicó que muchos de sus compañeros del sector ya no pueden sostener el pago de sus alquileres y existe una gran incertidumbre sobre qué va a pasar el próximo año respecto a las políticas culturales que se van a manejar desde el nuevo Gobierno y al presupuesto de las instituciones.

Tanto a Argoti como a otros artistas les preocupa en sentido general la visión del Estado sobre la Cultura y con ello la sobrevivencia de las instituciones y sus trabajadores. Recientemente, la Alcaldía de Quito emitió un comunicado donde señaló que este es un ente privado que recibe financiamiento de recursos públicos.

Tras su activación musical, los artistas, que llevaban impagos cuatro meses, lograron el depósito de sus salarios hasta diciembre de 2020. Esto incluso cuando ya su remuneración había sido reducida al 50% desde el inicio de la pandemia y en igual proporción su  jornada laboral.

Para Argoti, eso no basta.  “Estamos apelando a que el Municipio y el Gobierno se den cuenta cuán importante es el arte y que en la pandemia puede ser un alimento para el alma y un soporte para los ciudadanos”, manifestó.

Que no cierren los teatros

Tatiana Carrillo, coordinadora del Centro Cultural Mama Cuchara, precisó que el requerimiento al Municipio de Quito para la solución de la situación financiera fue no solo para seguir laborando, sino para que los teatros no tengan que verse obligados a cerrar sus puertas.

En particular el Centro Cultural Mama Cuchara trabajan 8 agrupaciones musicales afectadas también por el impago de sus sueldos.

Ahora solicitan al Municipio de Quito revisar el techo presupuestario del año 2021 porque se estima que el valor asignado no cubre siquiera los sueldos del personal.“Es decir, nos vamos a enfrentar a una fuerte reducción de personal y a una fuerte reducción de agenda cultural”, dijo.

Adelantó que en las próximas semanas se organizarán nuevos encuentros para demandar la revisión de políticas culturales en el país y la remuneración adecuada de todos sus actores y van a proponer medidas al respecto.

Falta de interés en generar políticas públicas

Annabel López, productora en el Teatro Variedades, relata que la pandemia ha sido muy dura para los artistas. «Tengo conocidos dentro de la institución que sufrieron de covid-19 y no tenían qué comer, literalmente, y entre compañeros solidarios nos juntamos y nos hemos cuidado en lo posible».

Afirmó que se ha podido evidenciar, además, «la falta de interés que hay por las autoridades en cuanto a generación de políticas públicas para resguardar los bienes, la producción artística y la custodia del trabajo de los actores culturales”.

Hay varias instituciones en “la cuerda floja”, en su criterio, porque no existe una planificación estratégica desde hace muchos años atrás. “Me refiero a la ingeniería en general, no solamente de esta institución que es un brazo ejecutor de la Secretaría de Cultura, sino en general de la institucionalidad que genera la Cultura en la Ciudad de Quito”, refirió.

Precisó que su institución depende de la Secretaría de Cultura y esta, a su vez, de la Alcaldía de Quito. “El dilema que ahora se evidencia es que somos una institución con personería jurídica privada, sin embargo, recibimos fondos y dependemos políticamente de autoridades municipales”, remarcó.

Ello provoca una dualidad y la falta de responsabilidad con la institución y con los artistas por parte de las autoridades regentes, como ocurrió en esta situación de crisis sanitaria.

“Es un problema que está bastante enraizado, es bastante profundo, porque no es solamente cómo nosotros funcionamos y cómo estamos gestionando los fondos, sino de cómo está estructurado este sistema institucional”, expuso al señalar la contradicción de que al finalizar el año, tal como se aplica a instituciones del Estado, si no han gastado el presupuesto asignado, se procede a hacerle una reducción.

El valor de la cultura en una crisis o una catástrofe

El músico Patricio Villamar, de la Banda Sinfónica Metropolitana de Quito, defendió el papel del arte frente a una crisis o una catástrofe como una herramienta de sanación colectiva, en particular en la salud mental. “Las artes dan ese bálsamo dentro de este caos y este dolor infinito que hemos vivido en estos tiempos”, aseveró.

Él comprende que los recursos del Estado vayan a lo más importante, como lo es la salud, pero señala que la situación ha sido compleja siempre para el sector cultural, peor ahora.

“En el caso de los músicos, el hecho ya de no poder dar los conciertos en teatros, restaurantes, eventos sociales, prácticamente, ha desmembrado esta actividad económica”, refirió.

Manifestó que el Estado debe financiar las instituciones culturales porque es un costo muy alto que solo puede asumir un aparato estatal.

Levantar la voz por la Cultura

El músico Carlos Grijalva señala que es hora de levantar la voz para dar a conocer las urgencias del sector de la Cultura en el país donde ha sido tradición la informalidad de las industrias creativas en general. “Siempre hemos sido parte de un espacio olvidado por parte de la formalidad del Estado”, anotó.

Señala la falta de un acceso real a un seguro social y a una asistencia en salud. “Creo que tiene mucho que ver también que la sociedad no nos ve como algo imprescindible y al mismo tiempo creo que nosotros no hemos generado esa conciencia en la gente”.

Por eso le parece sumamente importante “levantar la voz por aquellos que no la tengan para que se sintonice nuestro mensaje, no solo de los artistas, sino del pueblo en general”.

Grijalba alertó que esta informalidad que ya padecen se va a ver profundizada a muy corto plazo, con muchos despidos y desocupación a corto plazo en este ámbito.

Por ello consideró que tiene que producirse más arte para que exista una apreciación de este como una necesidad espiritual, para el desfogue de las frustraciones por las circunstancias económicas y de salubridad que atraviesa la humanidad, en particular el país.

También hizo una autocrítica: “No hemos sabido tampoco desde el ámbito artístico comunicar lo que representa esta actividad a la vida del ser humano”.

Dijo que conspira contra las demandas de los artistas el hecho de que no existe una agremiación o un espíritu de cuerpo entre quienes desarrollan esta actividad artística y su dispersión, excepto entre los cineastas o actores. (E)

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