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La sede Bellavista del Centro Cultural Benjamín Carrión

Pablo Salgado periodista y es escritor
Pablo Salgado periodista y es escritor

Por Pablo Salgado J.

Era la casa de Benjamín Carrión y su esposa Aguedita. Está ubicada al norte de Quito, en la Bosmediano y Roca, en Bellavista. En esta casa vivieron también  sus nietos: “Esa fue mi casa, ahí pasé mi niñez y adolescencia,” nos dijo Andrés Carrión. Hace unos años, los herederos decidieron  donarla al Municipio de Quito, tal como antes hicieron con la casa de la calle Páez, en donde funciona el Centro Cultural Benjamín Carrión.

A esta casa de Bellavita, el Municipio también la restauró y la adaptó para convertirla en una extensión del Centro cultural,  y así generar un gran espacio dedicado a la cultura y, particularmente, a las letras.

Hoy, la casa está irreconocible, pues ha sufrido importantes modificaciones. A su alrededor se levantan altos edificos que parecen asfixiarla.  Recuerdo que la conocí cuando en esa casa funcionaba ORTEL CANAL 5, la estación de televisión que fue clausurada por el presidente Febres Cordero. Luego, cuando al fin pudo salir al aire, colaboré en la producción de varios programas junto a Andrés Carrión, Polo Barriga, Victoria Rivadeneira y Gabriela Santos, entre otros. Y en sus jardines, que ahora es una sala para actos, producíamos un programa en exteriores; una especie de sobre mesa con artistas y personajes de la vida política y cultural como invitados. El canal no pudo sostenerse, y desapareció.

La casa permaneció desabitada hasta que, al fin, fue intervenida por el Municipio. 

Hoy es una casa de libros. Una casa para el arte y la cultura. Sus espacios son habitados por narradores y poetas; por escritores y escritoras de literatura infantil; por animadores culturales, por estudiantes; por niños y niñas de la mano de sus padres. Es, además,  la nueva sede de Casa palabra y de la Fundación Cinememoria. Y se presentan libros y fanzines. Y se lee poesía y se hace danza y música. 

El Centro cultural Benjamín Carrión es dirigido por Daniela Alcívar, y en la sede de Bellavista la gran animadora es Abril Altamirano.

Aunque ya se habían realizado varios actos, sobre todo presentación de libros; aunque siempre con restricciones.  Su verdadero estreno fue La feria de libros y editoriales independientes “El último día del verano,” organizada por el colectivo Enjambre. Tres días con presentaciones de libros, animación de lectura, música, danza y lecturas de poesía. Enjambre es un colectivo que agrupa a varias editoriales y librerías independientes que trabajan contra corriente por el fomento del libro a través de ediciones bien cuidadas pero de pequeños tirajes. Asistieron también otras editoriales alternativas. Y se sumaron las editoriales de la Universidad de las Artes y de la Universidad Católica.

Para la organización de esta, feria el Municipio no aportó, lamentablemente, recurso económico alguno. Los organizadores tuvieron que, como casi siempre, activar toda su creatividad para solventar todos los obstáculos. Y, una vez más, los grupos de música y danza, “acolitaron” la Feria con sus presentaciones gratuitas.  El Municipio prefiere seguir gastando sus presupuestos en tarimas para presentaciones musicales en los barrios y parroquias para consolidar sus relaciones clientelares, más aún ahora que el Alcalde necesita contar con apoyos en los sectores populares del Distrito.

Lo mismo sucede con el Plan Nacional del Libro y la Lectura que, sin duda, debe ser uno de los grandes fracasos del Ministerio de Cultura. Ahora aún más desmantelado, casi sin presupuestos, y además despidieron a la gerente, Juana Neira. Ecuador, de esta manera, sigue siendo el único país de la región en el cual no se ejecuta un Plan de fomento al libro y la lectura y, por si fuera poco, que no cuenta con un Sistema nacional de bibliotecas públicas.    

La Feria “El último día del verano” fue una pequeña fiesta. Al fin, escucharnos presencialmente y sentirnos cerca. Mirarnos a los ojos y reconocernos a pesar de la mascarilla. Y por qué no, abrazarnos; que tanta falta nos hace. Y escuchar poesía al aire libre. Y llevarnos los libros que, a pesar de la pandemia, se han seguido publicando. Y saludar, a los tiempos, con editores como Fausto Rivera, de Severo, y principal de Enjambre; con Germán Gacio, de La Caída, quien llegó desde Cuenca; con Juan Pablo Crespo, de Turbina, quien acaba de regresar de las Europas; con Sandra Araya, la dura de Doble Rostro; con José Miguel Cabrera y Nacho Quintana, de la UArtes. Y acercarnos a los nuevos editores como Recodo y Editorial Blanca. Y charlar largo con Leonor Bravo, de Girándula. Y escuchar a Giovany Pangol y Tania Benítez; y constatar como Liset Lantigua enamora a los guaguas con su lectura.   En estos tiempos, duros y complejos, la ciudad debe entregarles, al menos, un gran agradecimiento a los organizadores, por sanarnos y devolvernos la palabra.  

Benjamín Carrión solía organizar veladas culturales en su casa; recibía visitas de sus amigos escritores permanentemente. Esta casa fue testigo de innumerables tertulias literarias, de discusiones políticas y de entretenidas reuniones familiares. Hoy, Benjamín Carrión, estará contento y alegre al mirar como su casa vuelve a ser escenario de actividades culturales, de lecturas poéticas. Sus salones, pasillos y jardines han vuelto a ser habitados por artistas y creadores; por jóvenes, por niños y niñas, por padres y por hombres y mujeres que aman el arte y la cultura.

Larga y activa vida al Centro cultural Benjamín Carrión, sede Bellavista.

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