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Quito, una ciudad que perdió su brillo y su luz

Pablo Salgado periodista y es escritor
Pablo Salgado periodista y es escritor

Por Pablo Salgado J. (Escritor y periodista)

Quito tiene nuevo Alcalde. O mejor dicho, el mismo que ya estuvo antes del regreso del alcalde Jorge Yunda. Lo cierto es que ahora sí, Santiago Guarderas será Alcalde durante los 19 meses que restan para concluir el periodo.

No tiene una tarea fácil. Por el contrario, revertir la grave situación de la ciudad le será muy complejo y, sin duda, será una administración cuesta arriba. Quito es la ciudad más afectada por la crisis económica. Crisis que la pandemia y la pésima gestión municipal profundizó. Quito es la ciudad con los mayores índices de crecimiento del desempleo y la actividad económica informal, de la pobreza y la pobreza extrema, y de la inseguridad.

Quito hace mucho que perdió su brillo y su condición de ciudad ejemplo para el país. Su Centro histórico ya no es el mejor conservado de la región. Por el contrario, está cada vez más vaciado y abandonado. Y sus bienes patrimoniales, como el hotel Quito, en riesgo. Quito ha perdido la luz y ahora camina a tientas en la oscuridad.

La Alcaldía y el Concejo Metropolitano han perdido credibilidad. La corrupción y la ineficiencia en los servicios públicos municipales son ahora la norma. Quito es la ciudad más poblada del país, con casi 3 millones de habitantes; de ahí que los barrios clandestinos e irregulares son cada vez mas numerosos. Quito es la única ciudad del mundo que construye un Metro, a un costo de 1300 millones, y no puede entrar en funcionamiento porque no hay modelo de gestión ni empresa que lo opere. De Ripley. Ni un solo plan de reactivación económica para la ciudad. Por ello, los ciudadanos y ciudadanas desconfían de sus autoridades y son muy pesimistas respecto al futuro inmediato; solo el 15% de los quiteños está satisfecho de la labor del Alcalde y el Concejo, de acuerdo a una encuesta de septiembre pasado.

Y la virgen alada, en el Panecillo, sigue mirado al norte.

En los temas de la cultura y los patrimonios sucede lo mismo. Ni una sola línea de política pública para reactivar la actividad cultural y aliviar la precariedad de artistas y gestores. Es más, son los propios artistas quienes subvencionan a la ciudad al no recibir un pago para las presentacones en los corredores culturales, por ejemplo. Y el colmo, casi cero ejecución en su presupuesto de inversión en la Secretaría de Cultura. Eventos y actos en tarimas para respaldar al ex Alcalde. Y pare de contar. Quito ya no es la ciudad con una intensa actividad cultural en sus barrios, como La Mariscal o el Centro histórico. Hoy están desolados, tristes, y además tomados por la delincuencia. Caminar por el Centro Histórico es un peligro. La Ronda, otrora ícono cultural y patrimonial, luce vacío y deprimido. De 130 tiendas y talleres ya solo quedan 40. El resto de edificaciones están vacías y muchas de ellas vandalizadas. Y se han perdido para siempre varios oficios y artesanías tradicionales.

De ahí que las nuevas autoridades deberán iniciar un proceso urgente de recuperación, reparación y activación. Es necesario que se enmienden los procesos de patrimonialización de los bienes de la ciudad, incluido el patrimonio moderno, como el caso del hotel Quito. Que se concluyan -correctamente- los procesos de la Declaratoria del barrio La Floresta para salvaguardarla del acoso de las empresas inmobiliarias. Hoy solo 141 bienes inmuebles están protegidos. Que el desarrollo del sector inmobiliario, el discurso de “Quito debe ser una ciudad vertical,” y esa mirada única para rentabilizar el uso del suelo no atenten ni terminen arrasando los valores patrimoniales, culturales y naturales de la ciudad.   

Las nuevas autoridades de la Secretaria de Cultura tienen la gran responsabilidad de generar un plan de gestión para reactivar la actividad cultural en la ciudad. Planificar y articular los espacios culturales y las diversas redes metropolitanas. Un plan de gestión que recupere la eficiencia y los vínculos con los artistas y gestores culturales con incentivos de fomento a través de procesos transparentes. Terminar con esa tramitología cultural tediosa y burocrática -patentes, LUAE, etc.- que martiriza a los gestores y emprendedores. Nunca más plantones de los artistas de los elencos de las Fundaciones para protestar por no recibir, durante meses, su salario. Es urgente un plan de reactivación, articulada al turismo y la productividad de la ciudad.

El nuevo Secretario de Cultura, Juan Martín Cueva, con experiencia en el sector público,  tiene la responsabilidad de devolverle la confianza y credibilidad a esa Secretaría. Tiene la responsabilidad de activar los diveros espacios -museos, centros culturales, etc.- con programaciones vivas que recuperen el entusiasmo del público.  Que la Secreatría de Cultura no sea más una productora de eventos o una simple oficina de fiestas de Quito. Que la Secretaría de Cultura genere procesos participativos que encaminen la construcción de normativas y ordenanzas que en verdad fomenten, y faciliten, la actividad cultural en la ciudad. Que no se sigan cerrando las Bibliotecas del distrito metropolitano.  La celebración del bicentenario de la Independencia puede ser un gran motivo no únicamente para preservar nuestra memoria histórica, sino para reactivar la actividad cultural. Y además, algo fundamental: que los códigos de ética no sean letra muerta.

Quito necesita un gestión eficiente, transparente y que no responda a los grupos de poder ni a los intereses corportativos, o individuales, del Alcalde, los concejales o los funcionarios. Quito requiere que no se continúe con la vieja práctica del reparto. El Alcalde ha anunciado 4 ejes en su gestión: reactivación económica; recuperación del Centro histórico; seguridad; y operación del Metro. Este es su compromiso. Y la ciudad exigirá su cumplimiento.

De su parte, el Secretario de Cultura, Juan Martin Cueva, ha configurado un equipo de trabajo que viene de la gestión cultural, pública y privada. Un equipo que sabe que tendrá que ser no solo eficiente sino oportuno. No hay tiempo que perder. La ciudad ya no puede esperar más. Los artistas y gestores culturales, tampoco. El gobierno central ha sido indolente, y los artistas están desprotegidos. Ojalá en la Secretaría de Cultura encuentren al menos la voluntad política para reactivar y fomentar la actividad cultural en una ciudad que merecer recuperar su brillo y su luz.

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