viernes, julio 26, 2024
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Toda amnistía ofende a los conservadores

Alexis Ponce

Por: Alexis Ponce, defensor de derechos

La clase media ultra-conservadora y la extrema derecha virtual, sólo se dan tiempo y espacio para denigrar una amnistía legislativa que [les guste o no, haya tenido o no una motivación salvavidas a la señora Llori y a una relación incestuosa entre CREO y PK, ofenda o no a los herederos de García Moreno, o fans de Bolsonaro o Pinochet], toda amnistía, repito, es un acto le-gal, cons-ti-tu-cio-nal, re-pu-bli-ca-no, decidido en de-mo-cra-cia, resuelto voto a voto, en vo-ta-ción ma-yo-ri-ta-ria, después de tres años de burocráticos informes sobre su necesidad, interminables sesiones sobre su constitucionalidad, y montones de análisis de caso por caso, mientras decenas de inocentes, que no fueron los responsables de los delitos de los cuales se les acusaba, eran satanizados por el equipo VIP-offshore de Moreno y hoy por el equipo VIP-offshore de Lasso; mientras cientos de personas eran detenidas sin cargos, procesadas sin prueba, judicializadas sin pudor la gran mayoría, muertos impunemente en medio de las infames masacres penitenciarias, es decir, muertos sin la protección del Estado, o linchados cínicamente en redes y mass media, que ahora acusan de «correístas» a todos los detenidos (el odio ideológico les pudo más que toda racionalidad, ética y reflexión a las élites), como si la sola opción ideológica fuera un delito en el Ecuador, y adjetivo satanizado que falazmente les endilga Lasso y su inefable y misógino nuevo asesor presidencial, pana del banquero en su Fundación ‘Ecuador libre’, relacionada al PP y VOX.

Toda amnistía y libertad a presos o perseguidos políticos, cuando no son de las derechas, siempre les causó urticaria al poder y a los Morenos y Lassos de toda época. Recuerdo a la extrema derecha fanática irse brutalmente rencorosa contra Roberto Andrade, el insigne historiador alfarista que fue perseguido hasta el Perú para intentar extraditarlo, apresarlo y procesarlo. Hoy en el siglo 21, Andrade tiene una escultura hermosa en el Parque Julio Andrade de Quito, junto a otros nobilísimos perseguidos y asesinados de su tiempo.
Recuerdo los ataques de la curuchupada contra los cientos de presos políticos acusados de «urjistaaaaas!» y «¡comunistaaas!» por la dictadura militar de ultraderecha de Castro-Jijón en 1964, entre esos presos mi padre.

Recuerdo la histeria de los curuchupas por la salida en libertad de Jaime Galarza, Fernando Maldonado, Telmo Hidalgo y tantos otros ilustres luchadores sociales («¡comunistaaaaas!»), cautivos en el célebre pabellón de presos políticos en el panóptico, durante la última dictadura de Velasco Ibarra. Recuerdo la urticaria de la ultra-derecha, Febres Cordero y su élite empresarial, por la amnistía a los Comandos de Taura y por el proceso de dejación de armas de los muchachos de AVC, como si fuese preferible las masacres a la paz. Recuerdo los chillidos de puerco de «Tradición Familia y Propiedad», de los hacendados y la ultraderecha serrana en 1990, por la liberación de todos los indígenas detenidos en el primer Levantamiento de la naciente Conaie, lograda mediante acuerdos y diálogos. Recuerdo la curuchupísima oposición de la clase alta y de la misma extrema derecha en el gobierno de Gustavo Noboa, cuando luchamos por la amnistía a las decenas de coroneles (entre ellos, el hoy lassista Fausto Cobo) y a centenares de soldados rebeldes por la rebelión indígena-militar-social del 21 de Enero del 2000. Recuerdo la oposición que tuvo la amnistía pedida para el preso chileno -por tenencia y tráfico de drogas en condición de «mula»-, Armando Ramírez, enfermo terminal de cáncer, para que pudiera ser liberado y enviado a Chile a que muera en brazos de su familia.

A los curuchupas amnésicos, les recuerdo que en mi condición de defensor de derechos humanos, hice huelgas de hambre y decenas de acciones más, por la libertad de ésos coroneles y soldados presos, así como tiempo antes lo hice en las afueras del Congreso, por la amnistía para aquel enfermo terminal, el muchachito chileno que fue amnistiado a propuesta nuestra y del diputado Diego Delgado, y embarcado en avión para que pueda fallecer en brazos de su madre y en condiciones de dignidad y humanidad (palabra y sentido que tantos han olvidado sin remordimiento).

Toda amnistía, cuando no es a la derecha y a sus presos o perseguidos (Dahik), o cuando no es amnistía tributaria, financiera, bancaria o económica (¿ellos no se amnistían a sí mismos en la actual ley embudo donde intentan borrar los delitos offshore?), cuando no es favorable a ellos y a sus intereses, a la oligarquía secular, la lumpen-burguesía y sus partidarios, les indigna y provoca histerias y puños crispados.

Eso les pasa porque siempre, históricamente, les dio aversión toda amnistía de sublevados al (des) «Orden» plutocrático. Desearían venganza en lugar de debido proceso, escarmiento perpetuo, silla eléctrica y pena de muerte, cárcel a la «longueada», a los sindicalistas, a los «comunistas», a todo lo que etiquetan binariamente de «el mal vs. El Bien». Porque, eso sí, si son ellos, en cambio dicen: «Amnistía a los patriotas». Así es la ‘gente decente’. No analizan caso por caso, no les importa nada que la chapería haya forjado partes acusatorios y la fiscalía presunciones y acusaciones sin fundamento y contrarias a la Constitución.

«Amnesty International» les da pavor. Amnistía a los presos sociales o perseguidos políticos les da churreta.

Hablarles de ojos reventados es inútil. Esta contribución guadalupana de última hora, a la paz de su propio régimen, no la entienden. Pónganles entonces, más bien, en todas sus mesas, a la hora del almuerzo dominical o en los reservados de sus restaurantes de lujo, oleadas de ojitos de vidrio, parecidos a los ojos que perdieron las decenas de guaguas jóvenes y adultos DE QUITO, cuyos ojitos propios los reventaron sus héroes del gatillo fácil.

Porque esta gente no ve eso, ni nunca lo vio: y hay que ayudarles para que aprendan a ver. Ojalá, a través de esos Ojitos Vaciados, los de abajo puedan ver un día.

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