Yana Lucila Lema
Comunicadora social, videasta, traductora, gestora cultural, poeta y narradora kichwa Otavalo. Ha colaborado con organizaciones indígenas comp la Conaie, la Ecuarunari y Confeniae.
Lejos de las discrepancias políticas e ideológicas que podamos tener como ciudadanos, y en mi caso como parte del movimiento indígena, o simplemente como mujer kichwa creo que a muchos nos atrapó gratamente el discurso del vicepresidente electo del Estado Plurinacional de Bolivia, David Choquehuanca, el pasado 8 de noviembre de 2020, al asumir el poder.
Sorpresa, esperanza, curiosidad y hasta un poco de incredulidad nos devino, quizá porque a quienes estamos involucrados en las luchas sociales desde distintos ámbitos nos permite cuestionarnos y al mismo tiempo pensar el poder, el gobierno desde esas “otras formas de conocimiento”, como diría un colega aymara.
El discurso de Choquehuanca no se parece a los discursos de posesión a los que estamos acostumbrados. Nombrar a la Madre tierra, pedir permiso al arco iris, a la hoja de coca, al cosmos es ya un discurso insurgente en estos tiempos de lo híper, dónde todo está conectado y al mismo tiempo desconectado y desritualizado.
Sus palabras nos deja pensando, no por lo romántico que puede parecerles a muchos, sino porque nos da luces sobre esas otras formas de ejercer el poder que pueblos ancestrales practicaron, y que hoy hay urgencia de buscar y rebuscar para ver si así hallamos al menos un camino para recuperar la dignidad de todo lo vivo, más allá de la sola dignidad humana.
Sabemos que la “democracia”, la política electoral tradicional no toma de buen agrado estos escenarios, que a sus ojos solo son “coloridos”, estos rostros, estas arengas, estos pensamientos que confrontan lo establecido. Entonces nos queda a todos buscar esas otras formas de ejercer el poder, hacer la “revolución de ideas” a la que se refiere el segundo mandatario boliviano, que es fundamental también para los que vivimos en este territorio llamado Ecuador y para toda Abiayala.
En tiempos de incertidumbre, de compulsión, de desesperanza, de ausencias, de desritualización de la palabra, de “depresión política” urge valorar el aporte que otras culturas pueden dar en todo ámbito, no solo desde el pasado, sino desde lo que actualmente están viviendo.
¿No es nuestro país ejemplo de luchas sociales? ¿No hemos sido escuela de aprendizaje para los movimientos indígenas y dirigentes de Abiayala? Entonces vayamos más allá de las puras acusaciones u odios políticos a examinar propuestas, no nos detengamos a discutir si la candidatura de “Alvarito” obtendrá los votos de protesta de la ciudadanía frente a la falta de candidatos idóneos. (O)