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El tren del Ecuador, uno de nuestros símbolos de progreso

Verónica Herrera

Ingeniera en Gestión Turística y Medio Ambiente. Máster en Intervención Social en las Sociedades del Conocimiento. Especialista en Turismo.

En los últimos días escuchamos la indignación que ha generado la chatarrización de los vagones del Tren del Ecuador y la falta de capacidad del Ministerio de Turismo (Mintur) para gestionar el proceso de cierre de Ferrocarriles del Ecuador-EP.

Revisemos un poco de la historia del tren, fue un esfuerzo de dos presidentes con ideologías distintas que mantuvieron un proyecto en beneficio del país, Gabriel García Moreno y Eloy Alfaro. La idea principal de García Moreno fue la integración entre la costa y la sierra dando los trabajos de construcción en 1870.

Con la llegada de la revolución liberal en 1895 asume la presidencia Eloy Alfaro y al siguiente año se constituye la empresa “The Guayaquil and Quito Railway Company” al mando de Archer Harmann, un norteamericano que decidió dar impulso a la construcción del tren junto al gobierno ecuatoriano. En su tiempo a este ferrocarril se lo denominó como el más difícil del mundo porque tuvieron que atravesar Los Andes desde Sibambe hasta Alausí en el tramo que se conoce como “La Nariz del Diablo”, una de las rutas turísticas más vendidas del tren por ese maravilloso zigzag que atraviesa la montaña.

Luego de muchas vidas perdidas y kilómetros recorridos, el tren llegó a la estación de Chimbacalle el 25 de julio de 1908, en su momento fue el triunfo, no de un presidente sino de un país porque junto con el ferrocarril llegaba el progreso, llegaba la esperanza.

Esperanza que llegó para muchas comunidades con la restauración de esta obra emblemática en el 2013, comunidades enteras comprometidas con la atención a los turistas desde las cafeterías montadas en las estaciones, los puestos de artesanías, los guías locales. Esas comunidades que empezaron a valorar su cultura cuando se dieron cuenta que son más que un poblado en la mitad de Los Andes, que su historia es encantadora cuando se ve desde otros ojos.

Con la restauración del ferrocarril del Ecuador pudimos visualizar el efecto dinamizador que tiene el turismo en las economías locales, el compromiso de la conservación del patrimonio cultural porque se revaloriza gracias a la importancia que tiene para la generación de empleos y el ingreso de divisas.

La chatarrización de los vagones es la punta del iceberg de todo lo que conlleva el liquidar la Empresa de Ferrocarriles del Ecuador. ¿Buscar culpables? Es complicado, puede que debamos empezar a ver que no podemos dejar el manejo de estos bienes patrimoniales al Estado y tomar el ejemplo de Perú, donde sus rutas turísticas en tren están concesionadas a empresas privadas, esa puede ser la alternativa para devolverle a este patrimonio histórico y cultural de todos loS ecuatorianos su antigua gloria. (O)

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