jueves, diciembre 5, 2024
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Necesidades

Javier Cevallos

Periodista con más de 22 años en el oficio. Ahora forma parte del Colectivo Periodismo Público.

Todos esperamos con ansias que acabe este año. A la fecha de la publicación de este artículo de opinión serán casi ya 12 meses de un 2020 para el olvido.

El mes de marzo marcó un antes y un después en nuestras vidas. ¡Sí! En la suya, en la mía, en la de nuestras familias, en la dinámica de negocios, emprendimientos, en pequeñas, medianas y grandes empresas.

Desde el tercer mes del año comenzó el calvario, la incertidumbre y la angustia. Según datos del Ministerio de Trabajo, de marzo hasta septiembre se estima que 410 mil ecuatorianos se quedaron sin trabajo como consecuencia de la pandemia y quienes lo conservaron debieron conformarse con una reducción salarial que mermó la planificación de sus finanzas, en un país donde para variar todo, pero todo es caro.

Quienes son cabezas de hogar armaron como todo un rompecabezas sus ingresos familiares para tratar de llegar a fin de mes. Esa dinámica -con angustia incluida- se elevó a la enésima potencia, en aquellos hogares donde más de uno se quedó sin empleo.

Más allá de la preocupación de enfermarse o de contagiar a la familia con coronavirus, el pago de arriendo, tarjetas de crédito, pensiones escolares, cubrir nómina, cancelación a proveedores o el eminente cierre del negocio derivó en un estado de stress en las personas de lo cual muy poco se ha dicho o comentado.

¿Cuál es el estado de la salud mental de la población en el país? ¿Ha pensado alguna autoridad o institución en ello? Las cifras de suicidios infantiles y agresiones físicas y sexuales contra niños, niñas y adolescentes; los casos de femicidios, los robos y asaltos a personas con una violencia y desparpajos únicos que se registran en todo el país, develan que algo no anda bien.

Podría pensarse que todo lo descrito anteriormente es consecuencia de la crisis social y económica que atravesamos y que quizás estos hechos no son nuevos y que ahora son más evidentes por la información que circula en redes sociales.

Es clara la ausencia de una política de estado en el ámbito de salud mental que aterrice conceptos y acciones concretas de apoyo en todos los ámbitos y niveles de gobierno, que se apliquen en coyunturas difíciles como la actual donde la incertidumbre, el miedo al contagio y a la muerte están en los pensamientos del día a día.

Que los gobiernos de turno, con todos sus recursos, diseñen campañas constantes y permanentes con esa orientación, encaminadas al cuidado de la salud mental de todos.

Lo pendiente es ejecutar a través de todos los medios todo lo que sea posible para evitar que el pesimismo y la falta de motivación nos ganen la batalla. Una sociedad enferma no va a ningún lado. (O)

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