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Solsticio de junio, un acercamiento a la renovación

A través de este fenómeno astronómico, se propone interpretarlo desde un sentido más simbólico para que contribuya al desarrollo de una sociedad más justa.

Eduardo Córdova/Periodismo Público Ecuador

De manera sencilla, el solsticio o sol quieto del 21 de junio, es el instante cuando en el hemisferio sur se inicia el invierno y en el hemisferio norte el verano.

Es decir, el sol y el cinturón de lluvias tropicales alcanza el cenit al mediodía sobre el Trópico de Cáncer y marca el inicio del verano en el norte y en el sur el invierno.

Vale decir que el solsticio ocurre dos veces por año: en junio y en diciembre. En el solsticio de diciembre el sol y el cinturón de lluvias tropicales alcanza el cenit al mediodía sobre el trópico de Capricornio y ocurre lo contrario: se marca el inicio del verano en el hemisferio sur y del invierno en el norte.

Pero este acontecimiento astronómico está ligado a una serie de interpretaciones, superticiones, metáforas, apróximaciones filosóficas, y demás criterios que los pueblos han usado para entender al mundo y al universo.

Porque es el universo, el mundo y la naturaleza el marco de acción para la humanidad y son sus fenómenos naturales fuentes de estudio e inspiración permanentes.

Los antiguos egipcios, por ejemplo, construyeron las pirámides de forma que el sol, vista dese la esfinge, se sitúe exactamente entre dos de las pirámides en el solsticio de verano. Más cerca a nuestro territorio está la cultura Inca, que hasta la fecha celebraba el Inti Raymi.

Desde occidente, entonces, la pertenencia cultural es solar y aunque se le presta poca atención o se lo mira como una práctica más ancestral – indígena, e incluso hay quienes lo califican de práctica “neopagana”, los agricultores ponen atención a estos acontecimientos por su importancia en en las estaciones de cultivo y cosecha, por ejemplo.

Pero lo que quizás conviene, en esta fecha, es entender este hecho natural astronómico desde un sentido simbólico, el de renovación, “la renovación de los fuegos” el del reconocimiento y la esperanza.

Y aunque la razón científica nos aleja de la posibilidad de adorar al sol como deidad o fuerza sobre natural y menos como residuo de pasadas religiones, la búsqueda de dicho sentido simbólico es personal.

Una sugerencia en ese sentido apunta a un encuentro con la sabiduría para ser fuentes de luz y calor humanitario, de respeto a los derechos humanos, la libertad, la justicia y La Paz.

Un esfuerzo por actuar con integridad, tolerancia, prudencia, moderación y discreción. Ser, entonces, una expresión de inteligencia, belleza y bondad para lograr el auge y florecimiento de sociedades humanas más justas.

Feliz Solsticio, feliz renacer. Y que la Luz de la sabiduría construya realidades prósperas. (O).

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