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Renovación y cambio en la Casa de la Cultura

Pablo Salgado periodista y es escritor
Pablo Salgado periodista y es escritor

Por Pablo Salgado J.

Llegamos a la casona de la Casa de la Cultura Ecuatoriana después de mucho tiempo. No  habíamos acudido a ella,  no solo por la pandemia sino porque no había razones para visitarla. Una Casa sumida en un quietismo que desesperó a los artistas y gestores, quienes, desde hace varios años, reclaman una necesaria renovación.

Esos deseos de transformación se concretaron con la elección de Fernando Cerón como nuevo Presidente de la Sede Nacional de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.

Me encuentro con una Casona silenciosa e inmóvil.  En verdad huele a burocracia, a naftalina. Una librería vacía. Y en las oficinas apenas algunos susurros. Hay cierta incertidumbre en el ambiente; “si, ya era necesario un cambio,” me dice un funcionario. Y es cierto. La Casa se quedó anclada en el siglo pasado. Es necesario un gran salto a la modernidad. Y a las nuevas formas de concebir la gestión cultural. Y a entender que ya no puede ser una institución dedicada en exclusividad a la “alta cultura.” No. Son tiempos de inclusión. De nuevos paradigmas respecto al trabajo cultural. De romper los viejos moldes y abrir las puertas a todos, a los afrodescendientes, los montuvios, los indígenas. Y tampoco son tiempos para esconder la cabeza en la arena. Son tiempos para defender a los trabajadores de la cultura frente a la precariedad y el cada vez mas evidente deterioro de sus condiciones de vida. 

Son tiempos para hacer frente a un modelo neoliberal que impone privilegios, coarta derechos laborales y culturales, genera más desigualdad e inequidad y convierte al creador en un emprendedor que debe someterse a las leyes del mercado.  La cultura entendida como un espectáculo que debe ser rentable; “industrias culturales” que deben generar ganancias a través de las reglas impuestas por un capitalismo depredador. “El espectáculo unifica a la sociedad y permite separar a las personas de sus propias representaciones,” dice Guy Deford.

El diálogo con el nuevo presidente Fernando Cerón, sociólogo y gestor cultural y quien hasta hace poco fue el Director del Núcleo de Tungurahua, es fluido y amigable. ¿Y cómo encontró la Casa?, pregunto de entrada: “Me encontré con una Casa tomada. La Casa está fragmentada, convertida en un conventillo lleno de cuartos. Cada espacio es un mini territorio propio. Es una institución caótica y crítica, que no iba a ningún lado. Hay que partir desde cero.”

A pesar de estar apenas seis días en el cargo, Fernando Cerón ya tomó varias decisiones que nos indican que hay la decisión y voluntad política de iniciar la renovación y el cambio. Una de esas primeras decisiones fue no renovar el convenio que la Casa de la Cultura mantenía con el Ballet Ecuatoriano de Cámara, BEC, que dirige desde siempre Rubén Guarderas.  “El anterior presidente Restrepo no lo renovó, y yo tampoco lo haré,” dice Cerón. Pero va mas allá: “esto significa que a la Casa de la Cultura le quedarán aproximadamente 760 mil dólares, que corresponden al segundo semestre, y que lo redistribuiremos entre los Núcleos provinciales.” Una decisión valiente, sin duda. Pero que responde también al deseo de un gran número de artistas de la danza que han cuestionado, desde hace varios años, el quehacer del BEC.

Una segunda decisión importante, y dolorosa, es la de dar por terminados los 51 contratos de servicios profesionales de los elencos de la Casa de la Cultura; Camerata, Coro, Teatro ensayo, Conjunto de música: “Han sido elencos de Quito, ni siquiera de Pichincha, y peor a nivel nacional. Y no están institucionalizados, son proyectos privados e individuales, con excepción del Coro que tiene un nacimiento en la institución. Y además, con los escasos presupuestos que tiene la Casa, son insostenibles.”  Efectivamente, este es un tema necesario sobre el cual reflexionar. Y no solo en el caso de la Casa, sino de otras instancias institucionales públicas, como el Gobierno de la provincia de Pichincha, el Municipio de Quito, y otros municipios. Elencos que, en muchos casos, forman parte de un sistema clientelar y al servicio de la autoridad de turno. Elencos dedicados a “amenizar” los actos de la autoridad y a cumplir “compromisos” políticos y en los que los músicos son además maltratados y menospreciados.  Incluso ahora, el Ministerio de Cultura ha convertido a la Orquesta Sinfónica Nacional en un conjunto para amenizar la vacunación y los actos del presidente Lasso.  Un horror.

En el caso del Teatro Ensayo, nos dice Cerón, cada salida para presentaciones en provincias le cuesta a la Casa entre 2 mil y 3 mil dólares. Insostenible.   

Sin embargo, si llama la atención que se den por terminados los contratos de servicios profesionales de los músicos y no de los trabajadores de las áreas administrativas; es decir, se afectó a los artistas pero no se tocó la burocracia. Como siempre, y una vez más, los artistas son los más desprotegidos.

Mas del 80% del presupuesto que recibe la Sede nacional se destina a gasto corriente. Inadmisible. Por tanto, deberá iniciarse de modo inmediato un proceso de reinstitucionalización que le permita reducir considerablemente ese porcentaje y aumentar el presupuesto de inversión que convierta a la Casa en una institución eficiente. Cabe añadir que, desde hace más de 4 años, 50 personas no han sido atendidas con los pagos por jubilación.  Y otro número similar espera poder jubilarse, pues cumplieron ya los años de servicio.  En la Casa de la Cultura laboran aproximadamente 600 personas, de las cuales la mitad, 300, se encuentran en la Sede nacional de Quito. Es decir, casi la misma cantidad de funcionarios que tiene el Ministerio de Cultura.

El tema de los espacios escénicos es prioritario. Y urgente. 17 espacios que fueron concedidos a colectivos y grupos de teatro y danza en años anteriores; 11 están regularizados, y 6 no, son okupas. Incluso hay espacios que se convirtieron en bodegas y en viviendas personales. Espacios que son transferidos de padres a hijos, como si de una propiedad privada se tratara. Inconcebible. Cerón nos dice: “Vamos a regularizar los espacios y recuperar otros. Y los transferiremos al Núcleo de Pichincha.”

De acuerdo a la Ley orgánica, es lo que corresponde. De ahí que éste será el primer camino que deberá construirse de modo coordinado con el Núcleo Pichincha: “Hemos acordado ya el traspaso del Teatro Prometeo, la Sala Demetrio Aguilera y el Museo de Arte Colonial. Iniciaremos de inmediato este proceso, pues debe involucrar también personal y presupuestos.”  Además el Núcleo ha pedido ocupar, para sus oficinas, el espacio adjunto al Teatro Prometeo.

La relación Sede nacional-Núcleo Pichincha es muy importante en la forma de concebir la gestión institucional, más aún cuando estos últimos cuatro años se caracterizaron por una conflictiva relación con los artistas y gestores culturales. Cuatro años en los que se incumplió la Ley orgánica de cultura. Cuatro años repletos de dudas, incertidumbres y continuas denuncias de irregularidades administrativas. Cuatro años que deben auditarse.  Cuatro años que ojalá nunca más se vuelvan a repetir.

En el caso de la Cinemateca Nacional, Cerón anunció que se iniciará un proceso para que se convierta en una Entidad Operativa Desconcentrada, EOD, lo que le permitirá tener autonomía administrativa y acceder a mas presupuestos para realizar un trabajo a nivel nacional y ser el repositorio legal de todo material audiovisual del país.  

La nueva administración de la Casa tendrá que resolver temas de fondo. Temas que tienen que ver con la distribución y circulación de bienes y objetos culturales, infraestructuras, líneas de políticas públicas en coordinación con el Ministerio de Cultura, y manejo administrativo de los espacios nacionales; Teatro Nacional, Agora, Museos, Biblioteca, Cinemateca, etc. Incluso deberá generar un plan de autogestión que le permita tener otros ingresos económicos. Y deberá defender y exigir presupuestos dignos. Y, sobre la base del ejercicio pleno de su autonomía, deberá implementar un programa que se oponga al desmantelamiento de lo público, los recortes, la austeridad y la escacez, y la privatización. Y deberá incorporar la cultura de la colaboración y la solidaridad de nuestros pueblos originarios, la cultura viva comunitaria, las culturas urbanas y la riqueza de los colectivos que, sin apoyo y sin fondos, mantienen vivo el tejido cultural -ecosistema, dicen los expertos-  del país.  

Difícil tarea la que debe emprender el nuevo presidente. Debe enmendar años y años de quemeimportismo, de indiferencia, de ineficiencia. Debe instaurar procesos de reinstitucionalidad que le permitan mejorar sustancialmente no solo los temas administrativos sino todas sus actividades. Esperamos que sus exhibiciones, por citar un solo ejemplo, mejoren cualitativamente, no solo en cuanto a la calidad de los expositores sino en su montaje, al menos con las paredes limpias. Lo mismo para la editorial, mas y mejores libros y publicaciones. Y un tema tan postergado y urgente:  circuitos de distribución y circulación; red de librerías, editoriales y biliotecas integradas. Y con comités editoriales que eliminen el amiguismo, y garanticen transparencia y pluralidad. Y debe establecer vínculos con la comunidad. Cambiar el chip y asegurar el acceso de los ciudadanos y ciudadanas a la Casa y sus actividades. Y hacerlo sin populismos, con honestidad y transparencia.

Pero también corresponde a los artistas y gestores comprender el cambio y la renovación. Y asumirla. Demandamos cambio, pero cuando se empieza a producir ese cambio nos oponemos. Y lo hacemos porque afecta mis intereses o afecta a mis amigos. Es lo que acaba de suceder con el Festival El telón 2021, se suspende porque ni siquiera se ha firmado el contrato, y el productor-proveedor es adjudicado luego de iniciado el festival.  Además, no debe ejecutar la Sede nacional sino el Núcleo de Pichincha.  Si exigimos un cambio, aportemos a ese cambio.

No es fácil el camino. No es fácil desarrugar. No es fácil emprender un proceso de cambio real; administrativo, conceptual y estructural. No es sencillo terminar con los privilegios y el amiguismo. Cuesta romper los vinculos clientelares y los circulos de poder constituidos. No es fácil abrir las puertas e incorporar a los excluidos de siempre. No es fácil terminar con los vicios de una burocracia de años. No es fácil ser incluyentes y participativos.  No es fácil, al fin, abrir las puertas a los otros actores culturales; a pueblos y nacionalidades y convertir la interculturalidad en un hecho cotidiano. Para lograrlo y cumplir este gran reto  se necesita un equipo de trabajo no solo comprometido sino solvente y altamente capacitado. Ya está conformado ese equipo y todos esperamos que cumpla y responda a las expectativas que se han generado en el sector de la cultura.

No es fácil, lo sabemos.  Pero esa es la tarea y ese es el reto. Esa es la gran responsabilidad y la obligación del presidente Fernando Cerón y del director del Núcleo Pichincha, Andros Quintanilla; liderar la transformación de la Casa. No hay excusas ni pretextos.

Al final y cuando ya la noche ha caído, solo me resta contemplar los murales que se encuentran en el ingreso a la Casona; son de Diógenes Paredes, a quien por sus oscuras locuras lo llamaban el Monstruo Paredes. Son hermosos. Y hay que contemplarlos.

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